miércoles, 31 de octubre de 2007

La cara fea del materialismo

James Watson hace unas declaraciones racistas

El premio Nobel James Watson se ha atraído un aluvión de críticas por sus declaraciones despectivas para los negros en The Sunday Times (14-10-2007). Aunque preferiría que fuera de otra forma, dice, de hecho no existe la igualdad que se supone entre las razas. Así, sobre las personas de origen africano, precisa: “Todas nuestras políticas sociales están basadas en la idea de que su inteligencia es la misma que la nuestra, pero en realidad todas las pruebas señalan lo contrario”. Y asegura que eso es algo que sabe “cualquiera que ha tenido empleados negros”.

Con este motivo se le han dirigido reproches que en el fondo son atrasados. Ahora que se lamenta que “un científico tan reputado” haga comentarios “acientíficos y sin ninguna base” (Keith Vaz, diputado laborista), o se señala que “es un destacado biólogo molecular y no debería entrar en temas en los que no está cualificado” (Steven Rose, neurobiólogo), recordemos que Watson lleva años haciendo eso mismo.

Por ejemplo, en su libro Pasión por el ADN, cuya primera edición original es de 2000 (ver Aceprensa 118/02), se manifiesta partidario de la eugenesia, asunto para el que su condición de biólogo molecular no le confiere cualificación. En distintas ocasiones, como en el cincuentenario del descubrimiento que le valió el Nobel –junto con Francis Crick y Maurice Wilkins–, ha hecho comentarios acientíficos a favor de la clonación humana y la manipulación genética (ver Aceprensa 63/03).

Watson suele invocar los hechos, la ciencia en apoyo de sus opiniones, como ahora, y tacha las posturas contrarias de “prejuicios religiosos”. Si esta vez no se le ha pasado por alto que se extralimite, no es porque su pasión por la eugenesia sea más “científica” que sus ideas sobre la inteligencia de los negros, sino porque el racismo es, por fortuna, contrario a la sensibilidad general contemporánea.

Pero las opiniones de Watson, las que causan indignación y las que tantos reciben con la reverencia debida a un Nobel, vienen de la misma raíz. Watson suscribe una ideología materialista que ve en el hombre un mero producto de la evolución y considera los derechos humanos como estipulaciones del contrato social. Si, por no admitir en las personas la presencia de un espíritu trascendente a la dimensión biológica, no ve inconveniente en eliminar a las que sufran graves defectos congénitos, no se le puede acusar de incoherente cuando niega la igualdad de las razas por creer que existen diferencias genéticas.

Desde luego, adherirse al materialismo no por fuerza hace a uno racista; pero no ayuda a evitarlo. Algo de razón tiene Watson cuando atribuye a la religión posturas contrarias a varias de las suyas. La igual dignidad de todos los seres humanos no era sostenida por casi nadie antes del cristianismo; unos que hace más de dos siglos la proclamaron solemnemente no la basaron en el ADN, del que no tenían noticia, sino en que “que todos los hombres nacen iguales y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables”; los negros empezaron a ser librados de la esclavitud merced a los “prejuicios” de unos cuáqueros.

Con sus declaraciones sobre los negros, Watson no se ha desdicho de su ideología materialista: solo ha mostrado de ella la cara más fea.

Firmado por Rafael Serrano Fecha: 19 Octubre 2007

lunes, 29 de octubre de 2007

¿Qué es la objeción de conciencia y de quién se espera?

Últimamente, con mucha frecuencia, se habla de la objeción de conciencia. ¿Y sabemos de qué se trata y de quién se espera?

Cuando se pone de moda alguna expresión puede suceder que tenemos una vaga idea del asunto, pero, por el contexto, sacamos una conclusión aproximada de su significado, aunque, precisamente por eso, nada exacta y proclive a la confusión. Otras veces, el uso desgasta el contenido y frases que al principio tienen mucha fuerza, poco a poco la van perdiendo.

Respecto a la objeción de conciencia es necesario saber bien su contenido para evitar caer en cualquiera de los dos casos mencionados pues se trata de un deber imprescindible en la recta toma de decisiones.

El diccionario define a la objeción como el inconveniente a un plan o idea. Esto advierte que, en cualquier propuesta, siempre cabe una limitación y ésta provoca una carencia más o menos grave. Sin embargo, la objeción no es una actitud visceral, contestataria o antitética por sistema. Manifiesta la gravedad del inconveniente que imposibilita la rectitud de cualquier actividad vinculada.

La palabra conciencia proviene de dos vocablos latinos: conscire y conscientia, el primero significa con conocimiento, el segundo tener ciencia. Dos aspectos de la inclinación natural de toda persona a investigar y a captar la composición y la aplicación de las cosas. Expresa el poder de conocer y de reflexionar. La conciencia implica una relación entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer. Aquí aparece una conveniencia o inconveniencia en la oportunidad de la relación o en la moralidad del modo de aplicar el conocimiento.

Se puede hablar de la conciencia psicológica y de la conciencia moral. La primera hace referencia a la capacidad de darse cuenta de lo percibido, y no se trata de la función de un simple espejo o pantalla donde se imprimen una serie de imágenes, sino de una operación propia del ser humano en donde lo experimentado se reexperimenta, es algo así como revivir lo vivido con la intención de evaluarlo, disfrutarlo, analizarlo, compararlo, etcétera. Por tanto, es una operación de la mente sobre un hecho vivido. La conciencia es el espacio interior donde se realiza la reflexión. La conciencia se podría asemejar al rincón donde el niño guarda sus tesoros y se esconde allí, en solitario, para disfrutarlos sin que un extraño los profane con una apreciación superficial.

La conciencia moral incorpora a la conciencia psicológica un juicio práctico para evaluar la moralidad de las acciones. Por ella se juzga la cercanía o lejanía con el bien, es la norma subjetiva de la moralidad, allí la interiorización de la norma objetiva alcanza su plena eficacia. Esto explica la natural tendencia a buscar lo bueno y a calificar las acciones. El ser humano tiene la dimensión moral integrada a lo más íntimo de su existencia. Ese juicio práctico es el resultado de la calificación dada a un suceso a partir de los principios universales que todos tenemos grabados. Por ejemplo: busca el bien, evita el mal.

El problema se presenta cuando alguien distorsiona el bien, esto sucede si una persona magnifica su propio bien e impide el bien de los demás. El auténtico bien ha de ser para uno y para todos. También se puede desfigurar el bien a causa de la ofuscación provocada por los hábitos malos y así se pierde la claridad para reflexionar adecuadamente, se impone el juicio propio, se rompe la capacidad de dialogar con los primeros principios, y se justifican las acciones de manera visceral.

Por lo tanto, la conciencia tiene valor normativo cuando hay certeza y verdad. La certeza es incompatible con la duda, en la certeza la persona tiene seguridad de lo que va a hacer porque hay nitidez para descubrir el bien. La verdad consiste en la conformidad del juicio práctico interno con la norma moral objetiva expuesta en el Decálogo. La conciencia cierta y verdadera se cultiva con el ejercicio de las virtudes. Cuanto más prevalezca la conciencia recta, mejores serán las personas y los grupos sociales.

Los sabios explican que la ley moral inscrita en el corazón de cada persona es uno de los argumentos para afirmar su dignidad. Esta ley, custodiada en la conciencia, hace a la misma conciencia el núcleo central donde cada uno puede escuchar, a solas, la voz de Dios

Este preámbulo facilita comprender la objeción de conciencia. Por ella se entiende la resistencia que presenta la conciencia, por fidelidad a sus convicciones morales, a la ley u orden injusta que la autoridad pública impone. Las formas de objeción de conciencia son tan variadas como abusos pueden darse por la autoridad.

La objeción de conciencia responde a la afirmación del deber de obedecer a Dios y no a los hombres desorientados. Y, en la conciencia cierta y verdadera, se escucha la voz de Dios. El mayor inconveniente en cualquier objeción está precisamente en la discrepancia entre la voz de los hombres con la de Dios.

El respeto a la conciencia se espera, sobre todo, de quienes tienen la responsabilidad del orden social y de aquellas personas cuya profesión esté vinculada directamente con la vida humana. En el primer caso, se trata de los gobernantes de los países o de las provincias, de los directivos de cualquier institución, de los legisladores. En el caso de los profesionistas, están los maestros que alimentan la vida interior de sus educandos, los sociólogos, los economistas y otros encargados del bienestar de los grupos sociales.

Merecen mención especial los médicos, cuyo día es el 23 de octubre. Tienen la gran responsabilidad de juzgar los adelantos científicos en beneficio de la salud, del respeto y la conservación de toda vida humana. De ellos se espera la capacidad de descubrir los inconvenientesencubiertos en cualquier investigación errada. Su objeción de conciencia es la armadura que hace fuertes a sus pacientes.

Ana Teresa López de Llergo.
Doctora en Filosofía. Directora de Difusión Cultural en la Universidad Panamericana
conoZe.com
24.X.2007

domingo, 28 de octubre de 2007

La verdad y la gente

Dice Felipe González que «en política, la verdad es lo que los ciudadanos perciben como verdad, no lo que los políticos tratan de que parezca verdad». Una afirmación formulada con la rotundidad de un axioma, pero que a mi me parece harto discutible.

La verdad en política, y en cualquier materia, es algo mucho más importante que lo que puedan percibir ese colectivo difuso, la gente. No cabe duda de que unos ciudadanos percibirán una cosa y otros, otra diferente y quizás contraria, y como nada puede ser al mismo tiempo varias cosas, está claro que la simple opinión de la gente no nos proporciona ninguna certeza.

Es posible que haya quien opine que será verdad lo que perciba como tal la mayoría. La democracia es un procedimiento útil para conseguir acuerdos en los que, si no se obtiene la unanimidad, decida la mayoría. Las encuestas sociológicas pueden arrojar datos, más o menos fiables, de lo que piensan los ciudadanos, pero estos datos podrán ser valorados de forma diferente por la gente. A nadie se le ha ocurrido, hasta ahora, sustituir las elecciones por los sondeos.

Por tanto lo que perciba la gente como verdad será algo cambiante, plural y variable y casi siempre inducido por los poderosos medios de comunicación que ofrecen al ciudadano opiniones partidarias, en lugar de informaciones objetivas. Así la segunda parte de la frase que dice que «la gente no percibe como verdad lo que los políticos tratan de que sea verdad» es otra falacia. Los políticos siempre tratan de que parezca verdad lo que ellos dicen y habrá gente que los crea y habrá gente que no los crea. La gente es un conjunto enormemente maleable por la propaganda. Aquello de que una mentira repetida miles de veces se convierte en verdad es el punto de partida de todos los especialistas en agit-prop que han ido perfeccionando sus métodos con notable éxito a lo largo del tiempo.

El problema es que cuando algo es creído como verdad, ya es verdad en sus consecuencias. Los ejemplos están a la vista. La historia que cuentan los nacionalistas es falsa, pero creída como verdadera, impulsa el nacionalismo. Es falso que lo decida el Parlamento por mayoría hay que aceptarlo como bueno, verdadero y obligatorio, pero como muchos políticos y mucha gente lo estima cierto, se utiliza para reescribir la historia, hacer lo blanco negro, llamar matrimonio a lo que no lo es, adoctrinar a la juventud, decidir sobre la vida de los que van a nacer o los que van a morir, etc.

En el Evangelio se nos dice que la verdad nos hará libres, pero conocer la verdad exige algo que no está de moda: esfuerzo y honestidad. Perdidos en esa masa llamada gente, podemos ser manipulados y dirigidos, podemos aceptar como bueno lo que diga la mayoría, o lo que digan los que mandan. Pero en nuestra concreta e inviolable individualidad estamos obligados a utilizar nuestra razón y nuestra conciencia para decidir con libertad.

Francisco Rodríguez BarragánMiembro del Movimiento
Familiar Cristiano
conoZe.com
22.X.2007

jueves, 25 de octubre de 2007

Sida: El preocupante éxito de Uganda

Uganda es un caso raro de éxito en la lucha contra el sida en África. La tasa de infección por el VIH de las personas de 15 a 49 años ha pasado del 30% a principios de los años noventa al 5% el pasado año.

En comparación, en Sudáfrica, un país más avanzado, están infectadas el 21,5%. Hay motivos, pues, para mirar a Uganda -un país de 27 millones de habitantes, el 43% católicos- y tratar de copiar esa estrategia que tanto éxito ha tenido. Pues no. A juzgar por la prensa internacional, la situación de Uganda "preocupa". Hasta ha merecido un editorial del "New York Times" (5-09-2005). No, no es que haya aumentado la tasa de infección. Lo que preocupa es que se utilizan menos condones y se acusa al gobierno ugandés de no promoverlos.

Es sabido que el avance en Uganda en la lucha contra el sida se debió a cambios en la conducta sexual. Desde 1986 las campañas del gobierno lanzaban un mensaje claro conforme a la estrategia que se ha dado en llamar ABC: Abstinencia, fidelidad (Be faithful), usar Condones si falla lo anterior. La llamada a dejar de tener varias parejas, ser fiel a la propia y retrasar las relaciones sexuales en el caso de los adolescentes, dio fruto. El mayor descenso de la tasa de infección por VIH y el cambio más acusado en la conducta sexual se produjeron entre los jóvenes de 15 a 19 años. La promiscuidad sexual de los mayores también bajó. Ningún otro gobierno africano sostuvo tan constantemente la estrategia ABC. Y ninguno ha tenido tanto éxito.

Pero es un éxito preocupante para algunos, por el modo en que se ha conseguido. Sthepen Lewis, antiguo embajador de Canadá en la ONU, y ahora enviado especial de la ONU para la lucha contra el sida en África, está muy alarmado. A finales de agosto declaraba en una teleconferencia que Uganda estaba poniendo más énfasis en la abstinencia y la fidelidad que en los condones. "En los últimos diez meses ha habido una significativa reducción en la utilización de preservativos, orquestada por las políticas del gobierno", dijo. Lewis aseguró que había una campaña para desacreditar el uso de preservativos, dirigida por la mujer del presidente Museveni, y que eso solo podía conducir al aumento de las infecciones.

A la vez, algunas ONG de origen occidental, como el Centro para la Salud y la Igualdad de Género, denunciaban que los condones han subido de precio, que hay escasez de preservativos gratuitos, que el gobieno los retiene, y que desde octubre del año anterior solo se han distribuido 32 millones cuando Uganda necesita entre 120 y 150 millones de condones al año. Por su parte, el "New York Times" asegura que se necesitan 80 millones. Ya se ve que no es una cifra muy "científica".

El ministro de Salud ugandés ha respondido que el gobierno sigue manteniendo la estrategia ABC que tan buenos resultados ha dado. Niega que exista una escasez de preservativos. El gobierno, dice, "es consciente de que hay gente que tendrá que utilizar condones, como prostitutas, parejas descontentas y jóvenes sexualmente activos". Y contraataca diciendo que "existe una campaña de desprestigio coordinada por los que no quieren que se usen otras alternativas simultáneamente con los condones en la lucha contra el sida".

Pero los ataques contra el gobierno de Uganda miran sobre todo a desautorizar la política de EE.UU., que es el mayor donante mundial de fondos en la lucha contra el sida. Así, el citado Stephen Lewis ha acusado a EE.UU. de "poner en peligro" los avances que ha hecho Uganda en la lucha contra el sida. La administración Bush está apoyando programas que no se centran solo en los condones, sino en el cambio de conducta sexual por la abstinencia y la fidelidad. Esto basta para que algunos grupos denuncien que está "moralizando" un asunto que es solo de salud pública. Lo cual no les impide a su vez denunciar como "inmoral" que un gobierno limite las opciones de la gente haciendo mayor énfasis en A y B. En realidad, cuando la moral ayuda al descenso de la tasa de infección de un virus, se convierte en un buen recurso sanitario.
Quizá lo que preocupa a algunos es que el éxito de Uganda demuestre por contraste la insuficiencia y hasta el fracaso de las políticas centradas solo en los preservativos. Pero aquellos que no creen "realista" plantear un cambio en las conductas sexuales deberían al menos atender a la realidad de las cifras. Lo curioso es que gente como Stephen Lewis está más preocupada por la falta de preservativos en un país que ha tenido éxito en la lucha contra el sida que por el fracaso de la estrategia en otros países donde los preservativos abundan.

Aceprensa.com

miércoles, 24 de octubre de 2007

SIDA: el fracaso de occidente y el éxito de Uganda

Se mostró cómo la Iglesia Católica en Uganda y en Sudáfrica está enfrentando exitosamente la epidemia del SIDA

El Obispo Hugh Slattery de la Diócesis de Tzaneen en Sudáfrica recientemente se encargó de hacer dos hermosos documentales que compartió con el PRI. En ambos se mostró cómo la Iglesia Católica en Uganda y en Sudáfrica está enfrentando exitosamente la epidemia del SIDA y mitigando sus consecuencias sociales. Sin embargo, los que promueven el mensaje basado en la abstinencia y la fidelidad marital que está salvando vidas vienen siendo ridiculizados y burlados en todo momento por los controladores de población.

Uganda es el único país de Africa que ha combatido exitosamente el SIDA. Ningún otro país ha experimentado un descenso comparable en el número de infectados.

No es un secreto para nadie que el Bajo Sahara Africano es víctima de una extendida epidemia del SIDA. De acuerdo a las estadísticas publicadas en el 2006 por la UNAIDS (Programas de Naciones Unidas en HIV/SIDA), un estimado de 24.5 millones de personas en esa región eran sero positivos a finales del 2005, con 2.7 millones de personas contrayendo el virus solamente en ese año.

Desesperados por detener la propagación de esta enfermedad, que va en camino a convertirse en la plaga más destructiva de todos los tiempos, los países de África golpeados por el SIDA han volteado los ojos hacia Occidente. Sin embargo la asistencia que han recibido parece haber sido más dañina que buena.

Las agencias de ayuda de occidente dominadas por una mentalidad secular han bombardeado el continente con programas liberales de educación sexual y condones. A la fecha y de acuerdo a las estadísticas publicados por UNAIDS , los índices de infecciones de HIV en África continúan aumentando, lo que sugiere que dichos programas, en vez de frenar la propagación de la enfermedad, realmente están contribuyendo a transmitirla alentando un comportamiento riesgoso.

Solo un país Africano, Uganda, ha combatido exitosamente el SIDA.

El índice de VIH prevalente ha bajado drásticamente en los últimos años. En 1992 más del 18% de la población adulta sometida a análisis resultó positiva en la prueba del virus del SIDA. Para finales del 2005, sólo el 6.7% resultó positiva. Ningún otro país ha experimentado un descenso comparable al de este país.

¿Cómo fue que se consiguió esta extraordinaria respuesta en tan poco tiempo? Las organizaciones de occidente que brindan ayuda, ansiosos por justificar sus programas (y sus descubrimientos), falsamente atribuyen este descenso a la educación sexual y al uso del condón. Sin embargo, los mismos ugandeses cuentan una historia mucho más sencilla. Una historia que puede ser resumida en una sola palabra: abstinencia.

El héroe anónimo de la victoria de Uganda sobre el SIDA es una monja católica llamada Hermana Miriam Duggan, M.D. A los inicios de la lucha contra esta mortal enfermedad la Hermana Miriam desarrolló un programa llamado “Educación para la Vida”, un programa que alienta a las personas a vivir la abstinencia sexual antes del matrimonio y la fidelidad dentro de él. Educando a las personas acerca de los peligros de la promiscuidad sexual y sus mortales consecuencias, “Educación para la Vida” ha ayudado a cambiar la mentalidad de la gente de Uganda. La Hermana Miriam Duggan y sus colaboradores insisten en que este programa, junto con la buena disposición del gobierno para aceptar la educación de la abstinencia, es lo que ha ayudado a reducir la epidemia del SIDA en Uganda.

“Pienso que en la actualidad debe ser muy confuso para los jóvenes responder a la pregunta ‘¿qué camino debería tomar?’” dice Thandi Hadebe, un educador en la abstinencia del programa Educación para la Vida. “Y es aquí donde pienso que fallamos con nuestros jóvenes; porque damos mucha información contradictoria”. Hadebe culpa de la epidemia del SIDA a la promoción indiscriminada del condón y a los diversos mensajes de “sexo seguro” que envían los educadores.

Educación para la Vida ensaya una aproximación diferente. “enfatizamos el aspecto de la libertad como parte de ellos, y que pueden usarla para protegerse” dice Fr. Andrew Shjngange, otro educador con el programa.

Un nuevo y brillante documental llamado “El Cambio ya Empezó” celebra esta victoria de la vida y el sentido común. Desarrollado por el Obispo Hugo Slattery de la Diócesis de Tzaneen en Sudáfrica, este documental cuenta la historia de la Hermana Miriam y explica cómo funciona en la práctica el programa “Educación para la Vida”.

En Sembrando con Lágrimas, el sustento documentario de la hermana para el citado documental “El Cambio ya Empezó”, el Obispo Slattery describe el trabajo de organizaciones basadas en la fe que tratan con las consecuencias sociales del VIH/SIDA. Como es lógico, es la gente de fe la que es heroicamente solidaria con los infectados en sus hogares, y el personal de los orfanatos llenos de huérfanos y niños llorando. (Estos excelentes documentales fueron producidos por Metanoia Media, y pueden ser ordenados vía Internet en CatholicStudio.com ).

Pocos conocen mejor que el Obispo Slattery los problemas de la epidemia del VIH/SIDA. El índice de adultos con VIH en Sudáfrica era del 18.8% al final del 2005, o cerca de lo que hubo en Uganda hace 15 años. El programa “Educación para la Vida” ha sido introducido en su diócesis y se extendió a lo largo de toda Sudáfrica.

El asombroso éxito de Uganda en combatir la propagación del SIDA puede ser atribuido a este revolucionaria proximación al problema: a través de la promoción de la abstinencia sexual antes del matrimonio y la fidelidad dentro de él.“(SIDA) es una amenaza para toda la civilización, es una amenaza para nuestro futuro, es un asunto que nos mueve a preguntarnos ‘¿habrá nuevas generaciones por aquí en el futuro?’” dice el Obispo Slattery. “Suena pesimista visto de esa forma, pero en realidad, el problema es muy grave, si ves las estadísticas”

“Se hace cada vez más evidente día a día que la obsesión del mundo occidental en la promoción del condón está estorbando severamente los esfuerzos de los países africanos para manejar efectivamente el VIH/SIDA”, dice el Obispo Slattery. “El único país que muestra un progreso real combatiendo contra esta enfermedad es Uganda… a través de la promoción de la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del matrimonio. El mundo occidental se rehúsa a aceptar y destacar este tremendo logro. Por el contrario, están haciendo todo lo posible por arruinarlo usando todo medio disponible para promover el condón en este país, contra el deseo de los líderes de gobierno.

¿Habrá alguien en USAID que esté al tanto de todo ésto?

Autor: Colin Mason Fuente: Population Research Institute

lunes, 22 de octubre de 2007

El fracaso de la píldora 'del día después'

Las cifras comparativas son incuestionables. El número de embarazos no deseados, de modo particular en adolescentes –las mayores consumidoras de la píldora del día 'después'–, sigue aumentando y de modo alarmante.

Hace poco, el Colegio de Médicos de Madrid se vio inundado por centenares de cartas —muchas firmadas por colegiados o por personal sanitario— contra la publicación, en su revista, de un artículo que incitaba a los médicos madrileños a facilitar la denominada píldora del día después, sin reservas de cualquier naturaleza. El asunto fue objeto de análisis en la Comisión Deontológica, y el Colegio emitió un informe consensuado donde zanjaba toda duda sobre la libertad de prescripción de los médicos y su derecho, en todo caso, a la objeción de conciencia.

Merece la pena hacer público que el estudio más reciente sobre esta píldora —publicado en la revista del Colegio de Obstetras y Ginecólogos de EEUU— demuestra que la prescripción indiscriminada de la píldora y el acceso fácil al fármaco, no reduce la tasa de embarazos no deseados ni el número de abortos. Este fracaso también ha sido recientemente destacado por el departamento de Salud de Gran Bretaña, al dar a conocer un llamativo aumento del 3,9% de los abortos en adolescentes y mujeres jóvenes en 2006. Una cuestión que el Independent Advisory Group on Sexual Health and HIV ha relacionado con la crisis de valores sobre la cuestión sexual en los adolescentes, incentivada por los mensajesde los medios a ellos dirigidos.

Ha fracasado

El hallazgo es definitivo y viene a contradec
ir la pretensión de los lobbies de la contracepción de emergencia (incluida la OMS) de difundir masivamente esta píldora con la pretensión de reducir los embarazos no deseados y el aborto.

Muy sorprendente

El estudio, además de proporcionar una soberana bofetada a los laboratorios del ramo, pone en cuestión toda una política de salud pública de la que participan algunas de nuestras Comunidades. Estamos, pues, ante un dato de gravedad social que no debiera pasar inadvertido a las Consejerías de Sanidad. Porque si la difusión de la píldora post coital se compara con la tasa de abortos y embarazos no deseados en la Comunidad de Madrid —en el confuso tramo de las mujeres de 15 a 19 años— lo que las estadísticas afloran es que, pese al incremento de su consumo entre adolescentes, el aborto en este tramo de edad se había incrementado en 2005 un 10 % respecto a 2004; y el número de abortos se elevaba por entonces a 1.876, más los 53 declarados en menores de 15 años, en total no menos de 2.000 casos, o quizás más si se consideran los no declarados.

¿A qué se debe este incremento cuando la difusión de los medios anticonceptivos es mayor que nunca y las adolescentes disponen de la píldora post coital, el más seguro método —según sus promotores— de evitar embarazos no deseados? ¿Acaso las reiteradas afirmaciones de la OMS y de los organismos promotores de la píldora no revelan toda la verdad y se está manipulando a la población femenina joven del país?

Una realidad innegable

El análisis de Obstetrics & Gynecology es demoledor y admirable por la honestidad de sus autores, hasta ahora favorables al uso de esta píldora. Sus conclusiones son claras: las estrategias para favorecer el acceso a la píldora post coital por parte de las jóvenes han fracasado, ni se reducen los embarazos no deseados ni las tasas de aborto. Los autores afirman que las medidas de salud pública orientadas a hacer más asequible la adquisición de la píldora lo que promueven, en realidad, es una mayor difusión de su consumo entre las adolescentes y que más parejas accedan al método considerándolo seguro.

La situación en la Comunidad de Madrid, por más que se quiera ocultar, es preocupante y evidencia el fracaso de la política seguida hasta el momento. Cataluña y Madrid encabezan la mayor proporción de abortos sobre el total de embarazos en mujeres menores de 18 años. La experiencia del Colegio de Médicos y la antipatía de muchos médicos de Madrid a la hora de facilitar esta píldora —más ahora, cuando se va reconociendo su fracaso— exige de una nueva política de salud pública que, sin paños calientes, aborde el problema de los embarazos no deseados en niñas y adolescentes en nuestra comunidad; que proteja a las edades más inmaduras y a quienes, intoxicadas por los medios y el machismo, son víctimas propiciatorias de esta retórica de falsos derechos y falsa madurez, que hace terminar a muchas en una camilla, ante una legra y un daño psicológico difícil del olvidar.

Los médicos debemos considerar lo que ya parece un hecho demostrado: que, en las actuales circunstancias, facilitar la píldora sin adecuados controles administrativos, de urgencia o sin expectativa real de emergencia, es extender los riesgos de embarazo y de aborto. Y que es algo que, aunque nos toca de cerca, no nos corresponde dirimir. Pues a la clásica función de “sanador” —y a la más reciente de “controlador del gasto”— al médico parece caerle ahora el papel de consejero moral de las parejas. Un papel nuevo que no puede correspondernos. Ciertamente es un desafío para la nueva Consejería de Sanidad. Pero esto es lo que hay.


Manuel de Santiago. La Gaceta 13/7 /2007
solidaridad.net

domingo, 21 de octubre de 2007

La eutanasia y el nazismo

Minuciosamente, paso a paso, se están preparando los caminos para la legalización de la eutanasia. Como anticipo, las Juventudes Socialistas la han propuesto en su programa, adoptado en su último congreso. Bernat Soria, en calculadas declaraciones, ha ido afirmando que es «una asignatura pendiente» a abordar en la próxima legislatura. Hoy, el Congreso debate una proposición de ley presentada por Izquierda Unida que lleva el perverso título «disponibilidad de la propia vida».

Lo que resulta interesante observar es la gran similitud de los argumentos en que se basan quienes postulan hoy la legalización de la eutanasia con los que sostuvieron Hitler y los nazis, cuando la incluyeron junto con la eugenesia como parte esencial de su proyecto ideológico. Los actuales defensores de la eutanasia son, en este punto, herederos directos de las doctrinas nazis sobre la vida y la muerte de los seres humanos.

El argumento principal para justificar la eutanasia es la conveniencia de suprimir «la vida indigna de ser vivida». Resulta curioso que, en una especie de macabro retruécano, sea la apelación a la «dignidad humana» la razón última con la que se pretende legitimar esta clase de «homicidio compasivo». Claro está que, con tal argumento, lo que realmente se está afirmando es que la «dignidad humana» es selectiva, que los seres humanos no la poseen por igual, sino que depende de determinadas condiciones y circunstancias.

El problema que plantea tal afirmación es doble. Por una parte, quién debe decidir qué vida es «indigna de ser vivida» y merece, en consecuencia, su eliminación. Y, por otra parte, qué consecuencias, no sólo para la víctima, sino para el conjunto de la sociedad, se producen si se llega a imponer la tesis de que resulta conveniente y benéfico provocar la muerte a aquellas personas en las que concurren las circunstancias que hacen a su vida «indigna de ser vivida». Las consecuencias son terribles y conducen a la máxima degradación de una sociedad, como sucedió en la Alemania de Hitler.

Tanto en el nazismo como en los que ahora defienden la legalización de la eutanasia, evidentemente la «vida indigna de ser vivida» (y, por lo tanto, eliminable) no es la de los sanos, los fuertes, los inteligentes, los que están pletóricos de facultades. Por el contrario, es la propia de los enfermos, de quienes no pueden valerse por sí mismos, en definitiva, la de los desvalidos e indigentes, la de los que necesitan el auxilio de otras personas para poder vivir. Es curioso que en la proposición de ley de Izquierda Unida no se contempla como supuesto de despenalización «facilitar la muerte digna y sin dolor» (¡así se define el homicidio en el texto!) de quienes gozan de una salud rebosante. Sólo se contempla la despenalización «en caso de enfermedad grave que hubiera conducido necesariamente a su muerte» o «le incapacitara de manera generalizada para valerse por sí misma». Está claro que la eutanasia sólo está pensada para aplicarse a los desvalidos. Y es que irremediablemente la eutanasia no podrá disociarse nunca de la eugenesia. La una conduce a la otra.

Este era el mismo planteamiento sostenido por los nazis. Hitler, en la concentración del partido nacionalsocialista de Nuremberg de 1929, ya afirmó que «como consecuencia de nuestro humanitarismo sentimental moderno, intentamos mantener a los débiles a expensas de los sanos». Hitler no llegó a impulsar políticas favorables a la eutanasia hasta el último período de su gobierno, una vez iniciada la contienda mundial. Pensaba que la sociedad alemana «todavía» no estaba preparada. Pero en 1939, cuando la voluntad del Führer era ya irresistible, expresó al dirigente de los Médicos del Reich «que era justo que se erradicasen las vidas indignas de pacientes mentales graves» (Michael Burleigh, El Tercer Reich). Y a partir de ese año la Cancillería del Führer empezó a autorizar a médicos la práctica de «homicidios compasivos», empezando con los casos de niños nacidos con malformaciones y enfermedades congénitas, tales como síndrome de Down, micro e hidrocefalias, parálisis espásticas y enfermedades mentales graves, alegándose como pretexto las súplicas de padres angustiados. La justificación de la práctica de la eutanasia era presentada por los nazis, sobre todo al comienzo de su implantación, como una respuesta a las demandas de los propios ciudadanos.

También en la exposición de motivos de la proposición de ley de IU se invoca similar justificación. Y saca a relucir una encuesta de la OCU según la cual el 65 por ciento de los médicos y el 85 por ciento de las enfermeras «alguna vez han recibido la petición de un paciente terminal de morir, bien a través de un suicidio asistido o de la eutanasia activa».

Muchos de nosotros conservamos en la retina las imágenes imborrables de la película «Año cero», de Rossellini. Aquel padre, doliente en el lecho, en medio de la miseria y de la degradación de la Berlín devastada al acabar la guerra, que dice a sus hijos: «Soy un estorbo; mejor sería que me muriera». Y aquel hijo, niño todavía, que cuenta la escena a su antiguo preceptor nazi, y que recibe su consejo: «No queda más remedio que sacrificar a los débiles; asume tu responsabilidad». Cuando el padre inicia una recuperación, recibe la droga letal de manos de su hijo.

Los defensores en nuestros días de la eutanasia invocan un presunto «derecho a morir», que debería ser garantizado y protegido por el Estado. El «derecho a morir» se convierte inexorablemente en «derecho a ser matado». Pero, por lo menos hasta ahora, nadie se ha atrevido a postular ese «derecho» con carácter universal, sino sólo en unos determinados supuestos asociados a la enfermedad y a la invalidez. Por lo tanto, la legitimidad de este «homicidio compasivo» requiere el concurso necesario no sólo del ejecutor del homicidio (el verdugo), sino de quien dictamina que quien ha pedido su muerte está incurso en los supuestos contemplados en la legislación. En otras palabras, la eutanasia requiere el concurso de los médicos. Así ocurrió en la Alemania de Hitler. Fueron los médicos integrados en el partido nazi los encargados de la ejecución del programa de eutanasia impulsado por el Führer.

Uno de los pilares de nuestra civilización es el «juramento hipocrático», observado desde tiempos inmemoriales por la profesión médica como núcleo de su código deontológico. El juramento hipocrático contiene esta máxima: «A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada; ni daré consejo con este fin». Los médicos nazis retorcieron de modo espeluznante el texto de Hipócrates, desvinculándolo de la defensa del individuo. ¿También los actuales defensores de la eutanasia enterrarán, como baúl inservible, el «juramento hipocrático»?¿Pretenderán que los médicos se han de convertir en dispensadores de la muerte para hacer efectivo el blasonado «derecho a morir»? ¿No significa todo ello la muerte de nuestra civilización?

Eugenio Nasarre
ABC
16.X.2007

viernes, 19 de octubre de 2007

Ser feliz sin low-cost

Las compañías de bajo coste están de moda y en muchos casos proporcionan «felicidad puntual» a muchas personas porque pueden viajar por todo el mundo y no gastar el sueldo del mes actual y empeñar el del siguiente. Y esto es bueno, pero quizá sea mejor o incluso óptimo, formular éste planteamiento: ¿hasta que punto encontrar un momento de bienestar actual y específico proporciona la felicidad que todos buscamos?, o ¿existe algo que no funciona como debe y convierte en caduco, efímero o banal nuestra capacidad de sentirnos bien y almacenar paz interior?


Más o menos, ser feliz apunta al «ser», no al tener, ni al poseer, ni al satisfacer, ni al estar, ni al quehacer, entre otros ingredientes de la receta o de la hoja de ruta; y para ello, después de apuntar hacia arriba, ese «saber ser», dispara con puntería contra lo que se opone a la auténtica felicidad como puede ser el egoísmo, o la ausencia de metas claves o de horizontes amplios, por dejadez, por ignorancia o por vacío interior; o incluso también acierta en la diana de esa especie de tiranía que todo ser humano lleva dentro y le desmonta los argumentos falaces que le llevan a creerse superior a los demás, con derechos absolutos y con un poderío inexistente para todos excepto para su fantasía.


Por ello, quizá el remedio se llame «high-cost», no porque sea más caro e inasequible para el bolsillo del ciudadano normal, sino porque su coste exija un plus de esfuerzo, de tesón, de cambio de chip en los planteamientos para que sean más trascendentes y coherentes con la dignidad de la persona humana. Cuando se aprende a «ser» lo que uno debe ser, —aunque se deje la piel en el intento—, la vida adquiere un relieve distinto, no se le pide al hoy más de lo que el hoy puede dar y se disfruta con las cosas más nimias, más aparentemente banales y más cotidianas. A eso se le llama « salir de uno mismo», romper el pedestal de cristal donde nos hemos colocado, pensar en las necesidades de los otros y superar o prescindir la continua mirada al ombligo propio.


Si ya se sabe en que consiste ser feliz, quizá uno de los síntomas del itinerario correcto sea la alegría, la visión positiva de la realidad, el equilibrio personal que desemboca en una armonía con uno mismo y con todo lo que le rodea, y lo que podemos denominar libertad interior fruto de aceptarse a uno mismo y aceptar la normalidad de una jornada diaria repleta de inconvenientes, problemas o preocupaciones. Si vivir no es fácil, tampoco lo es ser feliz pero no exageremos en ambos casos, porque cuando se inicia la senda del «ser lo que uno debe », lo que parecían escollos insalvables se desmoronan como castillos de arena: primero hay pensar bien para actuar mejor, porque si uno no vive como debe acaba pensando como vive y en lugar de ser feliz, paladea los sinsabores de un paladar estragado.

Marosa Montañés Duato. Periodista. Presidenta mujeres periodistas del mediterráneo.
conoZe.com
24.IX.2007

miércoles, 17 de octubre de 2007

Quién se acuerda de Rosita

La verdad sobre el caso de la niña nicaragüense de 9 años que fue violada y obligada a abortar refleja su instrumentalización.

En 2003 el caso de Rosita, una niña nicaragüense de nueve años, violada y embarazada, conmovió a la opinión pública y se transformó en bandera de los defensores del aborto. La Iglesia católica dijo que el aborto no era solución para la niña, por lo que recibió críticas por su intransigencia. Ahora el acusado de la violación ha sido declarado inocente, y el padrasto de la niña ha sido acusado de abusos sexuales contra ella.

Alexis Barquero, de 24 años, fue acusado en 2003 de la violación de “Rosita”, nombre ficticio de la niña de entonces nueve años. Pasó tres meses en la cárcel, donde tuvo que protegerse de los demás reos, perdió el trabajo, hubo de emigrar y estuvo al borde del suicidio. Ahora, una sentencia judicial ha dictado su inocencia.

La familia de “Rosita” había viajado para trabajar en los cafetales de Costa Rica desde su Nicaragua natal. La violación tuvo como consecuencia su embarazo. La Red de Mujeres contra la Violencia (RMV) se hizo cargo del caso y su petición de aborto hizo del hecho un conflicto internacional. El gobierno de Costa Rica se opuso a que el aborto fuese realizado, de modo que la familia fue trasladada a Nicaragua, donde se acogieron al supuesto entonces vigente en su Constitución del “aborto terapéutico”. La jerarquía de la Iglesia católica mantuvo que el aborto no iba a solucionar la situación de la niña, por lo que se ganó las rotundas críticas de la inmensa mayoría de los comentaristas. El caso se convirtió en bandera de los defensores del aborto.

Cuatro años después... María de los Santos Esquivel, la madre de “Rosita”, presenta una denuncia en comisaría porque su hija ha sido violada de nuevo. El violador es el hombre con quien desde hace años convive, padrastro de la niña, Francisco Fletes, a efectos legales padre de la víctima. Las agresiones se vienen produciendo desde al menos julio de 2004, según la denuncia. De hecho, “Rosita” tiene una hija de veinte meses.

El Nuevo Diario, periódico nicaragüense, ha investigado el caso y ha sacado a la luz los hechos. Tras la denuncia, “Rosita” se ha refugiado con su hija en un albergue de la RMV. Lo sorprendente es que durante todos estos años Fletes ha mantenido contacto esporádico con la asociación feminista, que se empeña ahora en hacer del caso de la niña “uno más”. Preguntada por el periodista si acaso “Rosita” no era símbolo para las causas que defiende la Red, la portavoz de la entidad responde que “lo sigue siendo, pero todas las niñas abusadas lo son”.

Sin embargo, en 2003, en una entrevista publicada por el Women's Health Journal, Marta María Blandón, que representó a la RMV en el caso Rosita, reconoció que "desde el principio fue desarrollada una estrategia por los miembros del grupo de apoyo, que fue creado y liderado por la Red de Mujeres contra la Violencia y muchas otras organizaciones con mucha experiencia en tales asuntos. Esta coalición del movimiento de mujeres sintió que era el momento correcto para promover por una ley ejecutable que se permitiera el aborto terapéutico y reclamar que el Estado tomara responsabilidad para el caso de ‘Rosita’”. Es decir, más facilidades para abortar en Nicaragua.

Aunque Francisco Fletes era ya entonces sospechoso en el caso, no dudaron en ayudarle a huir de Costa Rica: “nuestra prioridad era sacarles de ahí, que era lo que los padres querían”, dice Blandón. Admite que ocultaron sus identidades reales a las autoridades, y luego de establecer contacto con la familia, les ayudaron salir del país: “Al final, tuvimos que pasarlos a escondidas y disfrazados debido a las amenazas del Ministro de la agencia de bienestar de los niños”. En aquella entrevista, Blandón presumía de “haber desafiado con éxito a dos Estados”.

Ahora que el caso Rosita vuelve a la palestra, Blandón defiende a la RMV diciendo que los abusadores son personas “manipuladoras, cínicas, abusivas, egoístas, maleducadas. Están en todas partes, fingen ser personas honradas y por eso resulta tan difícil reconocer y denunciar el abuso sexual contra niñas y niños”. Y eso que Lorna Norori, que junto a Blandón se hizo cargo del asunto, es terapeuta para víctimas de abusos sexuales.

Francisco Fletes, llegó a afirmar en 2003, en uno de los múltiples documentales que se hicieron al respecto, que de tener al agresor lo habría matado él con sus propias manos. Su caso ha terminado por afectar gravemente la credibilidad de la Red de Mujeres contra la Violencia, precisamente ahora que hacen campaña para la reintroducción del aborto en Nicaragua.

Firmado por Aceprensa Fecha: 10 Octubre 2007

lunes, 15 de octubre de 2007

El derecho a afrontar la muerte con dignidad

Para la directora de la Cátedra de Bioética y Biojurídica de la Unesco y miembro de la Academia Pontificia para la Vida, la doctora María Dolores Vila-Coro, no hay que hablar del derecho a una muerte digna, sino del derecho a afrontar la muerte con dignidad. Así lo sostiene en el artículo que firmó el pasado 18 de septiembre en «Diario Médico».


«Yo aprendí la dignidad»

Hace un par de años, en México, una de las Universidades más prestigiosas del país, me invitó a pronunciar una conferencia sobre la conveniencia o no de despenalizar la eutanasia. Señalé que no hay un derecho a morir ya que implicaría una contradicción «in terminis» porque sería la muerte del propio derecho y de todos los derechos posibles. Pero, continué, aunque fuera posible, el derecho a la vida es irrenunciable, como lo es el derecho a la educación, a las medidas de seguridad en el trabajo… e incluso el derecho a la dignidad que como persona le es propio al hombre. Recordemos el juego del «lanzamiento de enanos», atracción que se prohibió en Francia porque, aunque fuera el único medio de vida de los susodichos enanos, a juicio del Consejo de Estado francés, representa un atentado contra la dignidad de la persona humana, cuyo respeto es uno de los elementos del orden público. En el mismo sentido se ha expresado también el Comité de Derechos Humanos. Nadie puede renunciar al derecho a la vida, ni a su dignidad como persona. Tampoco puede renunciar a su libertad porque su ejercicio no es ilimitado, debe ejercerse siempre que ésta se mantenga: se perdería la libertad si uno se vendiera como esclavo.

El sentir de los profesionales de la medicina va en contra de la eutanasia. La Declaración de la Asociación Médica Mundial afirma: «La Eutanasia, es decir, el acto deliberado de dar fin a la vida de un paciente aunque sea por su propio requerimiento o a petición de sus familiares, es contrario a la ética. Ello no impide al médico respetar el deseo del paciente de dejar que el proceso natural de la muerte siga su curso en la fase terminal de su enfermedad».

Cuando hube terminado se suscitó un debate a propósito de si había o no derecho a una muerte digna.

Sería una contradicción en los términos y en los conceptos

Una persona del público sacó a relucir el deterioro de las personas que estaban próximas a la muerte, la degradación que sufrían sus cuerpos con un aspecto ingrato, que envilece y deshonra la imagen de la persona, deteriorada por el sufrimiento. «Se pierde la dignidad», comentó.

Señalé que la dignidad es algo intrínseco del hombre, pertenece al ser y no se pierde porque es inherente a su propia naturaleza; es la llamada dignidad ontológica. Hay otro aspecto que es la dignidad moral que depende del sujeto; éste la puede perder por la conducta inadecuada a su condición de persona. Nadie nos la puede arrebatar pero podemos degradarla si actuamos innoble y mezquinamente.

La dignidad trasciende lo corpóreo

Un joven de unos 30 años que tomó la palabra, exclamó sin el menor reparo: «Yo aprendí la dignidad. Cuando mi hermana y yo teníamos 14 y 16 años, mi abuela se puso muy enferma. Falleció después de un proceso de deterioro que duró unos dos años. Mis padres trabajaban y comían a mediodía fuera de casa. Mi hermana y yo nos encargábamos de lavarla, curarla y atenderla desde que volvíamos del colegio hasta entrada la noche en que regresaban mis padres. Nunca olvidaré su enfermedad y, su recuerdo de mujer valerosa me acompañará toda mi vida. Algunas veces teníamos que ponerle calmantes porque tenía unos dolores terribles. Había que bañarla, vestirla, hacerle la cama y como no controlaba sus esfínteres había que volverla a lavar. Teníamos que cambiarla a menudo de posición porque se llagaba y, a pesar de nuestro gran cuidado, le salieron algunas llagas que se cubrieron de pústulas malolientes. No insisto en los detalles pero basta decir que en cuanto al deterioro físico se refiere, el de mi abuela era de consideración. Nunca, ni un momento, perdió el ánimo, la sonrisa, las palabras de afecto y de gratitud para mi hermana y para mí. Rezaba una breve oración en voz muy baja por si queríamos acompañarla y terminaba diciendo: "Que el Señor os bendiga por lo que hacéis por mi". Cuando su salud fue empeorando apenas hablaba, pero nos envolvía con una noble y generosa mirada llena de cariño y de infinita ternura... Emanaba dignidad, una dignidad que superaba, trascendía su cuerpo maltrecho».

Yo escuché el relato conmovida por la lealtad de los nietos y la sencillez y el respeto con que el muchacho hablaba de su abuela. Recordé las palabras de Gabriel Marcel en su estudio sobre «La dignitè humaine»: «La calidad sagrada del ser humano aparecerá con más claridad cuando nos acerquemos al ser humano en su desnudez y en su debilidad, al ser humano desarmado tal como lo encontramos en el niño, el anciano, el pobre».

Comprendí que no hay que hablar del derecho a una muerte digna, pero sí del derecho a afrontar la muerte con dignidad.

Dra. María Dolores Vila-Coro

MADRID, sábado, 6 octubre 2007 (ZENIT.org)

domingo, 14 de octubre de 2007

¿Quién dijo que es difícil ser mamá?

Sobre este video se está hablando aquí, en los foros de IntCat

sábado, 6 de octubre de 2007

España: movimiento de apoyo a la mujer embarazada

Siete comunidades autónomas votarán iniciativas legislativas populares que intentan prevenir el aborto.

En España, el número de abortos no deja de subir y ha alcanzado los 91.664 en 2005 (no hay datos oficiales más recientes), lo que supone que uno de cada seis embarazos termina así. Hay práctica unanimidad en llevarse las manos a la cabeza por estas cifras, pero poca eficacia política a la hora de actuar en consecuencia. Frente a esta inoperancia, un grupo de ciudadanos ha reunido ya las firmas necesarias para votar la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) RedMadre en siete parlamentos autonómicos, para ayudar a las mujeres con embarazos problemáticos.

RedMadre busca proteger a las mujeres con embarazo problemático, y en especial a las más jóvenes. La ILP RedMadre propone, entre otras cosas: fomentar la prioridad de las embarazadas en el acceso a prestaciones y ayudas; lograr la concesión, por parte de los gobiernos autonómicos, de subvenciones y convenios a los centros que asesoren y ayuden a la mujer embarazada; asegurar que los centros asistenciales y sanitarios informen de la existencia de una red de apoyo a la mujer embarazada; conseguir que el gobierno de la comunidad autónoma elabore un plan integral de apoyo a la embarazada en el plazo de seis meses, y que difunda un teléfono gratuito y una página web que permita a cualquier embarazada conectar con la red de apoyo.

Promovidas por el Foro Español de la Familia (FEF), se han puesto en marcha once procesos de ILP en sendas comunidades autónomas. De las siete en las que ya se han logrado las firmas necesarias, Andalucía ya la ha publicado en su boletín oficial y ha sido enviada al Consejo de Gobierno para su estudio. En esta comunidad se entregaron 90.000 firmas, de las cuales se han certificado las 75.000 necesarias para tramitar la ILP. Las otras seis comunidades en las que ya se ha superado la cifra prevista por sus respectivas leyes son: Aragón (15.000 firmas necesarias), Castilla y León (25.000), Navarra (7.000), Canarias (15.000), Madrid (50.000) y Murcia (10.000). Según el Foro, en total se han logrado 250.000 firmas, pues en casi todas las ILP se ha superado ampliamente el número requerido.

Del resto de comunidades, en Galicia está abierto el plazo para lograr 15.000 firmas y en País Vasco, Asturias y Comunidad Valenciana ya se han iniciado los trámites para comenzar la recogida. En las restantes seis comunidades no se ha constituido todavía una comisión promotora que lleve adelante la iniciativa.

Firmado por Aceprensa Fecha
: 3 Octubre 2007

viernes, 5 de octubre de 2007

Derecho a ser feliz

"Yo tengo derecho a ser feliz", me decía ayer un amigo al anunciarme su propósito de abandonar a su mujer y a sus hijas para formar una nueva familia con otra mujer. Me impresionaba que una persona adulta e inteligente estuviera decidida a echar por la borda quince años de vida familiar arguyendo que la felicidad es un derecho como los de la Declaración universal de derechos humanos.

No es fácil aclararse sobre a qué llamamos felicidad. Algunos creen que es un estado de ánimo y pretenden encontrarla en la euforia de la borrachera o de la droga o en los libros de autoayuda. Para otros, es la satisfacción de todos los deseos y, como están insatisfechos, se sienten casi siempre tristes. De hecho, lo que está más en boga es la identificación de la felicidad con el sentirse querido, con el estar enamorado. Quizá por ese motivo vuelan por los aires tantos vínculos matrimoniales, esclerotizados por la erosión del tiempo, el aburrimiento mutuo o el desamor infiel.

Ya Aristóteles, hace más de dos mil trescientos años, advirtió que la felicidad no era algo que pudiera buscarse directamente, esto es, algo que se lograra simplemente porque uno se lo propusiera como objetivo. Como todos hemos podido comprobar en alguna ocasión, quienes ponen como primer objetivo de su vida la consecución de la felicidad son de ordinario unos desgraciados. La felicidad es más bien como un regalo colateral del que sólo disfrutan quienes ponen el centro de su vida fuera de sí. En contraste, los egoístas, los que sólo piensan en sí mismos y en su satisfacción personal, son siempre unos infelices, pues hasta los placeres más sencillos se les escapan como el agua entre los dedos.

La felicidad no directamente

Me gusta pensar que, en vez de un derecho, la felicidad es un deber. Los seres humanos hemos de poner todos los medios a nuestro alcance para hacer felices a los demás; al empeñar nuestra vida en esa tarea seremos nosotros también felices, aunque quizá sólo nos demos cuenta de ello muy de tarde en tarde. Viene a mi memoria un programa religioso para jóvenes en la televisión española de los sesenta que tenía como lema: "Siempre alegres para hacer felices a los demás". ¡Cuánta sabiduría antropológica encerrada en una fórmula tan sencilla!

Se logra dando

Creer que los seres humanos alcanzamos la felicidad acumulando dinero o coleccionando mujeres (u hombres) como si fueran trofeos de caza es un grave error antropológico. El secreto más oculto de la cultura contemporánea es que los seres humanos sólo somos verdaderamente felices dándonos a los demás. Sabemos mucho de tecnología, de economía, del calentamiento global, pero la imagen que sistemáticamente se refleja en los medios de comunicación muestra que sabemos bien poco de lo que realmente hace feliz al ser humano.

La felicidad no está en la huida con la persona amada a una paradisíaca playa de una maravillosa isla del Caribe, abandonando las obligaciones cotidianas que, por supuesto, en ocasiones pueden hacerse muy pesadas. La felicidad no puede basarse en la injusticia, en el olvido de los compromisos personales, familiares y laborales, tal como hacen algunos de los personajes de Paul Auster que cada diez años huyen para comenzar una nueva vida desde cero. La felicidad –respondí a mi amigo con afecto– no es un derecho, sino que es más bien resultado del cumplimiento –gustoso o dificultoso– del deber y aparece siempre en nuestras vidas como un regalo del todo inmerecido, como un premio a la entrega personal a los demás, en primer lugar, al cónyuge y a los hijos.


Jaime Nubiola
14 de septiembre de 2007 La Gaceta de los Negocios (Madrid)