martes, 25 de noviembre de 2008

Otra copa de Martini: ¡Que sea doble!

En la columna de "La Verdad" presenté textos del libro-entrevista al Cardenal Martini, pero me dejé en el tintero la antología de sus opiniones sobre sexualidad e iglesia: he aquí unas cuantas "perlas" para hacer pensar y...hacer cambiar.

Una teología acostumbrada a respuestas prefabricadas debería cambiar de chip y aprender a cambiar las preguntas. Para ello hace falta coraje, como el que necesitó Martini para colaborar con la Congregación para la Doctrina de la Fe, “en la que a lo largo de diez años, dice, he hablado con el Cardenal Ratzinger”. Uno de sus desacuerdos era sobre la encíclica Humanae vitae, de Pablo VI (1968) y el tema de los anticonceptivos. Martini propone “una nueva perspectiva”, ya atisbada cuando muchos obispos hablaron en una línea que, según el ex-arzobispo de Milán, “deberíamos continuar en la actualidad”. “Estoy firmemente convencido, afirma, de que la conducción de la Iglesia puede mostrar un camino mejor que el de la Humanae vitae. La Iglesia recuperará con ello credibilidad y competencia.”

La oposición objetará que hay que ir despacio. Pero Martini responde que se ha tardado demasiado en rehabilitar a Galileo y Darwin. La petición de perdón de Juan Pablo II en el tema del judaísmo y en el de la relación de la iglesia con la ciencia fue laudable. Pero “en los temas de la vida y el amor no podemos esperar tanto. Es un signo de grandeza y seguridad en sí mismo que alguien pueda admitir sus faltas y la estrechez de su visión de antaño”.

Sobre el tema de la homosexualidad responde: “En mi círculo de conocidos hay parejas homosexuales, personas muy respetadas y muy sociales. Nunca se me preguntó, ni tampoco se me habría ocurrido, condenarlas”.

Es típico de este cardenal jesuita mirar hacia delante, sin miedo a preguntas inéditas que requieren respuestas creativas. Entre ellas está “la relación con la sexualidad y la comunión para los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio.

En otros tiempos hubo tal vez demasiados pronunciamientos oficiales de la Iglesia en el ámbito del sexto mandamiento. A veces, dice Martini, hubiese sido mejor guardar silencio”. Reconoce el cardenal que en el Vaticano se discute sobre la utilización de preservativos, en especial porque la epidemia del sida preocupa mucho al Papa. Pero pocos se atreven a decir lo que piensan. Cuando Martini habló del mal menor esa toma de posición le hizo entrar en enfrentamientos. “Me he convertido, comenta sonriente, en el cardenal del preservativo”.

Por comparación con la época de su juventud, el mundo de hoy le parece totalmente distinto: por lo menos es más sincero y abierto. “Antes no se quería casi ni hablar del tema de la sexualidad: se lo reservaba para el confesonario y para el ámbito de la culpa”. En cambio, Martini es capaz de abordar el tema de la sexualidad en la etapa prematrimonial sin acomplejarse. “¿Puedo responder, se preguntan los jóvenes, del hecho de traer un niño al mundo o no traerlo? ... Ningún obispo ni sacerdote ignora hoy que se da la cercanía corporal de las personas antes del matrimonio. Aquí tenemos que cambiar de mentalidad, si es que queremos proteger la familia y promover la fidelidad matrimonial. Con ilusiones o prohibiciones no se puede ganar nada. Entre mis amigos y conocidos he podido ver cómo los jóvenes salen de vacaciones y duermen juntos en una misma habitación. A nadie se le ocurría ocultarlo o plantear problemas al respecto. ¿Debería yo decir algo? Es difícil. No puedo entenderlo todo, aunque percibo que, tal vez, en este punto está surgiendo un nuevo respeto mutuo, un aprender unos de otros y una convivencia más intensa de las generaciones... Yo quiero acompañar este desarrollo con benevolencia, formulando preguntas y con oración“

Llama la atención que hable así todo un cardenal de la iglesia católica, sin pretender dogmatizar, ni condenar lo más mínimo y sin el menor rasgo catastrofista, tan común en algunos purpurados de nuestros alrededores. “Creo, dice, que no es tiempo de intentar dar respuestas de validez general... las respuestas solo caen en terreno fértil si antes se ha puesto sobre la mesa una pregunta... En estas cuestiones tan profundamente humanas como la sexualidad y la corporalidad no se trata de recetas, sino de caminos que comienzan en el hombre y que conducen hacia delante. ... No podemos exigir de los niños y jóvenes todo lo que sería ideal. Poco a poco encontrarán su camino. Los caminos no pueden dictarse desde arriba, desde escritorios o desde púlpitos.... Lo decisivo es que promovamos a los cristianos en su capacidad individual de juicio”.

Lo cuál no obsta para que Martini sea claro frente a la injusticia. “La Biblia frente al adulterio marca una línea clara. Está absolutamjente prohibido irrumpir en el matrimonio ajeno. La Biblia es también muy clara cuando se trata de violencia contra las mujeres...Pero más allá de estas líneas claras que la Biblia traza, se nos remite a la propia responsabilidad y al discernimiento de los espíritus”.

Ante estas perlas de antología, es inevitable bromear. Alguien dirá: “Cállese, hombre, que se le entiende todo”. Y alguien musitará: “No subió más alto por carecer de los defectos requeridos por el cargo”.


Juan Masiá
Vivir y pensar en la frontera

domingo, 23 de noviembre de 2008

SEXUALIDAD, IGLESIA Y BIOÉTICA

Con este título reflexiona sobre las cuatro décadas de resaca tras la encíclica Humanae vitae el médico ginecólogo y profesor de Bioética en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa, Miguel Oliveira da Silva.

No es un clérigo teólogo, sino un seglar casado, avalado por la experiencia de la medicina y de la vida matrimonial, quien extrae de su formación filosófica y científica el método para hacer el diagnóstico delas patologías de su iglesia, a la que cuestiona con la honestidad del creyente adulto y la que critica como tratamiento apropiado para un pronóstico de renovación esperanzada.

El doctor Miguel Oliveira da Silva, como miembro de la Comisión Nacional de Bioética, desde su doble dedicación a la ginecología y la bioética, apuesta incondicionalmente por la relación de diálogo propuesta por Juan Pablo II “entre iglesia y ciencias” y “entre creyentes y no creyentes” (Evangelium vitae, n. 27).

Él practica ese diálogo reflexivamente, como demostró en su obra Ciência, religiâo e Bioética no início da vida (ed. Caminho, 2006) y como ha desarrollado en esta última: A sexualidade, a Igreja e a Bioética. 40 anos de Humanae vitae (ed. Caminho, 2008).

Se leen con interés las vicisitudes desde el Concilio hasta la publicación de la funesta encíclica, que causó la mayor pérdida de credibilidad a la iglesia católica en el siglo XX. Presenta los “encantos y desencantos” del mundo bioético ante el tema de la sexualidad y la necesidad de cambio de paradigmas de pensamiento en la encrucijada de lo científico, lo ético y lo terapéutico. Pero, sobre todo, plantea la exigencia de un nuevo paradigma de ética sexual dentro de la Iglesia.
Con el doble bisturí del médico y del pensador, opera el autor sin miedo los tumores que están pidiendo a gritos extirpación, para mejorar el pronóstico de una iglesia y una teología moral enfermas de cuidado: acceso de la mujer a todos los ministerios eclesiales y a la jerarquía eclesiástica, celibato optativo, participación en la eucaristía de personas divorciadas viviendo en una nueva unión de hecho, sexualidad de célibes por vocación religiosa, legitimidad de relaciones sexuales pre-matrimoniales, sexualidad en contextos de orientación homosexual, eticidad de métodos contraceptivos, técnicas de procreación médicamente asistida y manejo de embriones pre-implantatorios, etc.

Pone el dedo en la llaga de los tres grandes errores de la encíclica de Pablo VI: 1) confundir lo artificial con lo antinatural, 2) entender la ley moral de un modo fixista y naturalista, y 3) creer que es competencia de la iglesia el interpretar dicha ley e imponer su interpretación a la ética. Como consecuencia de esta encíclica, la iglesia pierde credibilidad hacia fuera y angustia dentro de ella a unas pocas personas (¡cada vez menos!) que la siguen a la letra, creyendo que está prohibido pensar.

Con fidelidad crítica de creyente, con lealtad cuestionadora de pensador y con exactitud de científico, propone el Doctor Oliveira el cambio de paradigma ante la sexualidad, para que, tanto crfeyentes como no creyentas, puedan compartir esperanza.

Concuerda con esta postura la redacción del prólogo por el P. Dr. Anselmo Borges, profesor de Filosofía en la Universidad de Coimbra (conocido como alma y visión, durante la era posconciliar, de los Coloquios y la Revista Igreja e Missâo, renovadores de la teología en Portugal)., quien insiste, citando el libro reciente del cardenal Martini, en la necesidad urgente de una “reconciliación de la iglesia con el mundo, con la ciencia, con el cuerpo y con la sexualidad”.

Merece la pena recomendarse la lectura y la traducción de estos dos libros, muy apropiados para hacer revivir esperanza en una iglesia en estado de coma. Los propondría como libro de cabecera para quienes han llegado al epìscopado tras aprobar el examen de estar de acuerdo con la Humanae vitae.

Juan Masiá Clavel
Vivir y pensar en la frontera

jueves, 20 de noviembre de 2008

No hay dogmas en bioética

El Papa se opone a la creación de embriones como "material terapéutico", rezaba el titular del 7 de noviembre, frase del discurso al Congreso Internacional sobre Donación de Órganos promovido por la Academia Pontificia para la Vida .

Cuando leí el texto italiano subrayé con color amarillo papal dos frases: al principio, su exhortación a una “lógica de la gratuidad”, y al final, su recomendación de una “cultura de la solidaridad”. En cambio, subrayé rojo su oposición a la “creación y sucesiva destrucción de embriones humanos como "material terapéutico". Según su parecer (opinión personal, y no dogma; opinión cuestionable sobre cuestión controvertida, y no doctrina) "contradice las bases culturales, civiles y éticas sobre las que se apoya la dignidad de la persona". (Esta última frase provocará perplejidad en filosofía y teología).

Lo subrayado en amarillo eran principios, lo subrayado en rojo, aplicaciones. Se podrá estar de acuerdo en los principios y, precisamentre para aplicarlos, disentir de sus conclusiones.

No llamaremos “material terapéutico” al niño que nació dando vida a su hermano, sino lo consideraremos como ejemplo de la “lógica de la gratuidad” y la “cultura de la solidaridad” que propugna Benedicto XVI.

Me pregunta por e-mail una lectora si, tras ese discurso, debo modificar lo escrito en posts anteriores para acomodarlo al magisterio eclesiástico y respetar la opinión papal.

Respondo: primero, no es cuestión de magisterio, porque no es cuestión ni de dogma, ni de doctrina, sino cuestión controvertida científica y éticamente, sobre la que hay que debatir desde la ciencia y la ética.
Segundo, no es cuestión de respetar una opinión papal. Se respeta la persona y se debaten las opiniones discutibles, como nos enseñó Benedicto XVI al presentar su libro sobre Jesús abierto al debate y no como imposición magisterial. Si eso vale del libro del Papa sobre Jesús, a fortiori de una opinión sobre una cuestión bioética, que no es competencia del magisterio eclesiástico. No hay dogmas en bioética...

Y en cuanto a la frase “material terapéutico”, no es aplicable a la selectividad de pre-embriones usada tras diagnóstico pre-implantacional en el caso del “bebé-esperanza” que nació dando vida.

Creyentes de fe adulta no confundirán los titulares de prensa con formulaciones dogmáticas, ni la libertad de expresión y derecho a opinar de los obispos con el presunto carácter vinculante de esas opiniones, sobre todo en materias que no son de competencia del magisterio. Otra cosa es el caso de creyentes adoctrinados para no pensar y comulgar con ruedas de molino.

Juan Masiá Clavel
(Vivir y pensar en la frontera)