sábado, 8 de agosto de 2009

Entre los principios y la realidad


Teresa Forcades

El debate sobre la regulación del aborto es muldisciplinar. Médicos, biólogos, juristas, moralistas, teólogos ... Es difícil encontrar una respuesta acertada sin atender las consideraciones hechas de los diversos ámbitos. Y desde cada una de estas disciplinas tampoco hay respuestas unánimes. La primera parte de este monográfico sobre el aborto son cinco artículos que recogen algunos criterios desde la biología, el derecho, la teología y la doctrina de la Iglesia.


No recuerdo su nombre, pero sí su alegría y vitalidad. Era una chica afroamericana que me decía que estaba embarazada de tres meses y tenía barriga de cinco. Estábamos en Buffalo (Nueva York) y era mi última paciente de aquella tarde al hospital de beneficiencia donde hacía las prácticas ambulatorias. El examen físico confirmó que el embarazo estaba bastante avanzado como para quedar fuera de las leyes de aborto vigentes en ese estado. La chica ya tenía cinco hijos, de tres padres diferentes, y no quería ningún otro. Vivía de la ayuda pública. "¿Por qué no usa anticonceptivos?" "No tolero. Me marean. ¿Me hace el papel? "Tuve que decirle que el embarazo estaba demasiado avanzado y dijo que no sufriera, que le habían hablado de un lugar donde le harían por poco dinero.

En el rotatorio de medicina de familia del segundo año las visitas ambulatorias eran algo más largas. Esta era una chica inmigrante latina que no hablaba inglés. "¿Fuma?" "No". "¿Alcohol?" "A veces". Tercera pregunta del protocolo: "Practica el sexo seguro?" Me miraba sin entenderme. "Quiero decir que si usa preservativo". "A mí me gustaría para no quedar embarazada pero él no quiere". "¿Y por qué no le dice que no?" Me miró incrédula.

La chica afroamericana era obvio que estimaba a las criaturas. Había tenido cinco y no las había abandonado a pesar de que los padres respectivos lo hubieran abandonada a ella, como si los niños no fueran responsabilidad de ellos, los cuidaba a pesar de que ello significara no poder trabajar en ningún trabajo remunerado y representara en la práctica de la realidad estadounidense de ese momento una condena de por vida a la exclusión social ya la miseria. ¿Por qué quería abortar el sexto? Supongo que a pesar de la alegría y vitalidad que había demostrado durante la visita médica esta chica tenía como todos sus límites, y debía haber noches en las que no se encontraba con fuerzas para cuidar de una criatura más. Quizás había tardado tanto en venir al dispensario precisamente porque intentaba convencerse a sí misma que aún podía hacer un esfuerzo más y acoger el sexto.

La chica latinoamericana no se encontraba en la disyuntiva de un aborto, pero parecía tener una vulnerabilidad muy grande delante de su compañero o ante los varones en general. No es un caso aislado. La teóloga alemana Dorothee Sölle denunció ya hace años que la mayor permisividad de las leyes de aborto va unida a una mayor explotación de las mujeres en las culturas donde está mal visto que el criterio de una mujer prevalezca sobre el de un varón , especialmente en el seno de la familia.

Las excepciones a la moral

Entre el mundo de los principios y el mundo de la realidad hay una distancia. Jesús lo sabía. Por eso dijo lo de 'el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado' (Marcos 2,27). Esto no quiere decir que los principios dejen de serlo o que sean relativos. El respeto por la vida humana como don de Dios immanipulable tiene excepciones en la tradición católica que no la debilitan como principio. Por ejemplo, la guerra justa. Los criterios de la guerra justa condonen en la práctica acciones claramente dirigidas a acabar con la vida de personas humanas inocentes. ¿Considera la moral católica de la guerra justa que la vida de los soldados allistados obligatoriamente en el ejército enemigo por sus gobiernos (que quizás son dictaduras) queda exenta del mandamiento de 'No matarás'? ¿Y la vida de las víctimas colaterales que engendra toda guerra (últimamente en proporciones inauditas)?

La respuesta parece ser que las vidas inocentes perdidas en una guerra son justificables sólo cuando la previsión es que no defenderse tendría como consecuencia la pérdida de muchas más vidas que no defenderse, pero, ¿qué decir en caso de esclavitud? ¿Qué dice la moral católica ante el caso (menos teórico de lo que parece) que un nuevo Hitler prometiera respetar la vida de los pueblos vencidos si no ofrecían resistencia a la invasión? ¿Sería en este caso moralmente justificable la guerra en defensa propia? Si la respuesta es sí, ¿dónde queda entonces el principio inviolable del respeto a la vida del otro? Si la respuesta es no, ¿condonar la moral católica la aceptación de situaciones degradantes para preservar la vida?

Reflexionar sobre los implícitos morales de la teoría católica de la guerra justa puede ayudar a evitar en el caso del aborto el fariseísmo de invocar de forma rígida el respeto a la vida como si éste no tuviera excepciones en la tradición moral católica. "Cargan los demás fardos pesados en los hombros y ellos no los quieren mover ni con el dedo" (Mateo 23,4).

En 1992 llegué a los EEUU y quedé escandalizada del grado de violencia expresado por algunos de quienes se manifestaban a favor de la vida y en contra del aborto. En la calle había visto manifestantes con pancartas de fetos abortados llenos de sangre que gritaban que querían la vida e insultos llenos de odio los que no pensaban como ellos. A veces los manifestantes ejercían la violencia física contra las mujeres que querían abortar y se llegó a asesinar a tiros en su coche a un ginecólogo que practicaba abortos y a su acompañante. Volví a Cataluña convencida de que estas manifestaciones eran un fenómeno peculiar de la cultura de los Estados Unidos, sin sospechar que unos años más tarde se pudieran producir fenómenos similares también en nuestro país. Soy consciente de que tanto en EEUU como aquí, quienes se manifiestan con violencia o se cierran en banda son una minoría y doy gracias a Dios por ello. El debate sobre el aborto es complejo. Las personas que quisieran que el aborto no fuera legal tienden a expresar miedos, emociones y reacciones viscerales muy intensas, que en parte son una exasperación justificada ante el relativismo moral centrado en el ombligo de nuestras sociedades hasta ahora tan acomodadas y a la vez tan insatisfechas. Por parte de las personas que defienden la legalidad vigente o querrían incluso ampliar los supuestos, las reacciones a veces son también encendidas y basadas en convicciones profundas, pero habitualmente más bien caen en la superficialidad de quien intenta vivir evitando plantearse preguntas incómodas sobre el bien y el mal.

Las madres

Dios ha puesto la vida del feto mientras no es viable en las manos de su madre (en las entrañas de su madre) y ha vinculado la vida biológica de éste a la vida espiritual de ella. Nosotros haremos bien respetar esta vinculación primaria. Mientras el feto no puede sobrevivir independientemente de la madre, le corresponde a ésta la responsabilidad moral de decidir sobre su futuro, que es también el de ella, ya que la madre no gesta el hijo sólo biológicamente, sino también espiritualmente, con su amor, con su deseo de que este vivo, con la alegría de llevarlo al mundo. Respetar la decisión de la madre es respetar la integridad de su conciencia moral, incluso aceptando que objetivamente se pueda equivocar.

El respeto a la conciencia ha sido una adquisición lenta en la historia de la humanidad. Durante muchos siglos las conversiones religiosas forzadas bajo amenaza de tortura o pena de muerte han sido la orden del día. Todavía existen personas hoy que encuentran incoherente, por ejemplo, que la Iglesia católica celebre el derecho a la libertad religiosa que permite que miles de niños y niñas sean educados en cosmovisiones abiertamente contrarias a la fe cristiana. En pleno Concilio Vaticano II muchos obispos de buena voluntad encontraron absolutamente insensata la propuesta que la Iglesia católica promoviera el derecho a la libertad religiosa en los países donde era mayoritaria, como por ejemplo, España.

Considerar que la voluntad de la madre, cuando decide abortar el hijo que sin ella no puede sobrevivir, debe ser respetada y no puede ser penalizada, no significa que en la sociedad o en la Iglésia no haya de haber debate sobre este tema. ¿Cómo se puede evitar el aborto? ¿Cómo se puede acompañar de la mejor manera posible la mujer que aborta sin paternalismos fuera de lugar, pero también sin minimizar el dolor o la lucha interior en los casos en que ésta se produce? Este debate es fundamental y se ha de producir en ámbitos tan alejados como se pueda de la crispación y la violencia. En la sociedad tenemos que debatir hasta qué punto los condicionantes socioeconómicos que pueden conducir a un aborto son problemas estructurales y nos corresponde crear las condiciones para que esto no pase, a la sociedad en su conjunto, tenemos que debatir a fondo los condicionantes psicosociales que pueden conducir a un aborto y tenemos que educar a las nuevas generaciones para que las relaciones entre mujeres y varones sean máximamente respetuosas y libres. Los cristianos debemos participar en el debate público desde la concepción del bien común que nos es propia y desde los presupuestos de nuestra antropología teológica. A diferencia de otras antropologías contemporáneas, la antropología teológica cristiana no fundamenta la dignidad de la persona en una libertad indeterminada que es fin en sí misma, sino en una libertad indisociable del amor. A los cristianos nos corresponde anunciar el respeto a la vida como don de Dios y nos corresponde, sobre todo, predicar con el ejemplo el principio de esperanza asociado a la fe: la convicción profunda que la fuerza del amor es superior a toda violencia y que no hay ninguna circunstancia que justifique la desesperación.

A la Iglesia nos ha costado mucho aceptar que nuestra misión evangelizadora no puede llevarse a cabo sin el respeto a la libertad de conciencia. Debido a la íntima vinculación de la madre al hijo mientras éste no es viable fuera de ella, la decisión de abortar es indisociable de la autodeterminación de la madre, de su libertad personal. Esta vinculación única entre dos vidas hace que no se pueda salvar el hijo en contra de la voluntad de la madre sin violar la libertad personal de la madre.
Aquí radica desde el punto de vista teórico el punto neurálgico de la discusión sobre el aborto: ¿qué valor debemos dar a la libertad personal de la madre? Desde el punto de vista práctico no nos podemos limitar a defender el derecho de autodeterminación de la madre para que bajo este derecho teórico pueden proliferar las peores sumisiones y servidumbres. Hay que bajar a la realidad, que es compleja. Es allí donde nos espera Jesús.

Fuente: Foc Nou
Puede verse un debate sobre este tema


domingo, 19 de julio de 2009

¿QUÉ SUCEDIÓ REALMENTE CON LA INQUISICIÓN?


Si poseyeseis cien bellas cualidades,
la gente os miraría
por el lado menos favorable.


Molière


Un concepto errado de libertad religiosa


El origen de la Inquisición se remonta al siglo XIII. El primer tribunal para juzgar delitos contra la fe nació en Sicilia en el año 1223. Por aquella época surgieron en Europa diversas herejías que pronto alcanzaron bastante difusión. Inicialmente se intentó que cambiaran de postura mediante la predicación pacífica, pero después se les combatió formalmente. En esas circunstancias nacieron los primeros tribunales de la Inquisición.

—¿Y no es un contrasentido perseguir la herejía de esa manera?
Lo es. Pero no debe olvidarse la estrecha vinculación que hubo a lo largo de muchos siglos entre el poder civil y el eclesiástico. Si se perseguía con esa contundencia la herejía era sobre todo por la fuerte perturbación de la paz social que causaba.

—¿Y cómo pudo durar tanto tiempo un error así?
Cada época se caracteriza tanto por sus intuiciones como por sus ofuscaciones. La historia muestra cómo pueblos enteros han permanecido durante períodos muy largos sumidos en errores sorprendentes. Basta recordar, por ejemplo, que durante siglos se ha considerado normal la esclavitud, la segregación racial o la tortura, y que, por desgracia, en algunas zonas del planeta se siguen aún hoy practicando y defendiendo. La historia tiene sus tiempos y hay que acercarse a ella teniendo en cuenta la mentalidad de cada época.
La Inquisición utilizó los sistemas que eran habituales en la sociedad de entonces, aunque lo hizo ordinariamente de un modo más benigno que sus contemporáneos. Con el tiempo, los cristianos fueron profundizando en las exigencias de su fe, hasta que comprendieron que tales métodos no eran compatibles con el Evangelio.
Hay que reconocer que se cometieron todos esos tristes errores por parte de aquellas personas en aquella época. Sin embargo, la defensa de la libertad religiosa estuvo bien patente ya en los orígenes del cristianismo. Para los primeros cristianos, la convicción de estar en la verdad no les hacía pensar en imponerla coactivamente. Como sabían que el acto de fe es libre, eran tolerantes, y eso no por simple conveniencia social, sino por coherencia con la raíz misma de su fe. Los primeros Padres de la Iglesia acuñaron el principio de que “no hay dificultad en rechazar el error y, al tiempo, tratar benignamente al que yerra”.

—Sin embargo, parece que con el paso de los siglos fueron los católicos quienes más olvidaron la libertad religiosa.
No fue así. El empleo de la fuerza para combatir a los disidentes religiosos ha sido algo lamentablemente corriente en todas las culturas y confesiones hasta bien entrado nuestro tiempo. Basta pensar en la intolerancia de Lutero contra los campesinos alemanes, que produjo decenas de miles de víctimas; o en las leyes inglesas contra los católicos, cuyo número era aún muy elevado al comienzo de la Iglesia Anglicana; o en la suerte de Miguel Servet y sus compañeros quemados en la hoguera por los calvinistas en Ginebra.
Hay que decir, para ser justos, que ese era el trato normal que se daba en aquella época a casi todos los delitos, y el de herejía era considerado como el más grave, sobre todo por la alteración social que provocaba. En esto coincidían tanto Lutero como Calvino, Enrique VIII y Carlos V o Felipe II. Y fuera de Occidente ocurría algo muy parecido.
En una época en la que todo el mundo occidental se sentía y proclamaba cristiano, y en la que la unidad de la fe constituía uno de los principales elementos integradores de la sociedad civil, fraguó la mentalidad de que la herejía, al ser un grave atentado contra la fe, era también un grave atentado “de lesa majestad”. Es decir, pasó a considerarse un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, un crimen castigado entonces con la muerte en la hoguera.
No puede olvidarse que, para bien o para mal –probablemente, para mal–, los campos propios de la política y la religión no estuvieron debidamente delimitados durante bastantes siglos. Además, las autoridades civiles temían el indudable peligro social que entrañaban las disidencias religiosas, que solían ser origen de guerras y desórdenes sociales, pues las posturas heréticas buscaban habitualmente la conquista del poder. Así sucedió, por ejemplo, con el luteranismo, cuyo rápido avance se debió en buena parte a la habilidad con que Lutero logró el apoyo de algunos príncipes alemanes que, de ese modo, mantenían distancias respecto al emperador Carlos V.
En los primeros siglos, los cristianos fueron muy tolerantes en materia religiosa. Más adelante, hubo épocas de bastante confusión en este punto, pero teológicamente nunca estuvo cerrado el camino de la tolerancia. Y desde hace ya más de dos siglos son raras las manifestaciones de intolerancia religiosa en países de mayoría cristiana.
Es más, echando un vistazo a la situación mundial de los últimos cien años, puede decirse que la tolerancia religiosa se ha desarrollado fundamentalmente en los países de mayor tradición cristiana.
Por el contrario, la intolerancia religiosa se ha mostrado con gran crudeza en los países gobernados por ideologías ateas sistemáticas (Tercer Reich nazi, la URSS y todos los países que estuvieron bajo su dominio, la revolución China de Mao, el régimen de Pol Pot en Camboya, etc.). También ha crecido la violencia del integrismo islámico en los países donde su religión aún no ha alcanzado el poder político (Senegal, Níger, Mauritania, Chad, Egipto, Tanzania, Argelia, etc.); y donde ya lo ha alcanzado (Arabia, Irán, Afganistán, etc.), la tolerancia religiosa es casi inexistente. Y otros países asiáticos no islámicos (India, China, Vietnam, etc.), no parecen mejorar mucho la situación. Sin embargo, curiosamente, se sigue hablando mucho más de la Inquisición, desaparecida hace ya mucho tiempo, que de otras persecuciones religiosas dolorosamente actuales.

Reconocer los errores

En la actualidad hay, por fortuna, una comprensión muy extendida –aunque aún no en todo el mundo–, de que no es justo aplicar penas civiles por motivos religiosos, y que la libertad religiosa es un derecho fundamental, y por tanto todos los hombres deben estar inmunes de coacción en materia religiosa. Esta es la doctrina del Concilio Vaticano II, y por esa razón la Iglesia católica ha subrayado recientemente la necesidad de revisar algunos pasajes de su historia, para reconocer ante el mundo los errores de algunos de sus miembros a lo largo de los siglos, y pedir disculpas en nombre de la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la Iglesia de todos los tiempos.
Reconocer los fracasos de ayer es siempre un acto de lealtad y de valentía, que además refuerza la fe y facilita hacer frente a las dificultades de hoy. La Iglesia lamenta que sus hijos hayan empleado en ocasiones métodos de intolerancia e incluso de violencia en servicio de la verdad, y es ese mismo servicio a la verdad lo que lleva ahora a reconocerlo y lamentarlo.

—¿Y no es extraño que en esas épocas hubiera tan poca reacción contra esos errores de los católicos?

Es probable que muchos de ellos estuvieran en su fuero interno en contra de esa aplicación de la violencia en defensa de la fe. De hecho, hubo reacción contra esos errores, y si no fue mayor quizá es porque muchas de esas personas no tenían más opción que el silencio. Y luego, cuando esos fenómenos desaparecieron, muchos católicos los defendían porque pensaban que lo contrario era contribuir a difundir leyendas negras de la Iglesia.
Como señaló Juan Pablo II, fueron muy diversos los motivos que confluyeron en la creación de actitudes de intolerancia, alimentando un ambiente pasional del que solo los grandes espíritus verdaderamente libres y llenos de Dios lograban de algún modo sustraerse. Pero la consideración de todos esos atenuantes no dispensa a la Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de tantos hijos suyos, que han desfigurado con frecuencia su rostro. De estos trazos dolorosos del pasado emerge una lección para el futuro, que debe llevar a todo cristiano a tener bien en cuenta el principio de oro señalado por el Concilio: “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra con suavidad y firmeza en las almas”.
La Iglesia no teme reconocer esos errores, porque el amor a la verdad es fundamental (no hay una verdad buena y otra mala: la que le conviene y la que puede molestarla), y también porque esas violencias no pueden atribuirse a la fe católica, sino a la intolerancia religiosa de personas que no asumieron correctamente esa fe.

Distinguir entre tópicos y verdades

—¿Entonces, la Iglesia reconoce que es cierta la leyenda negra de la Inquisición?
La Inquisición es ciertamente una institución controvertida. Lo fue entonces y lo sigue siendo ahora. Sin embargo, la perplejidad disminuye al conocer mejor la realidad de su historia y las circunstancias que determinaron su existencia. Porque, como ha señalado Beatriz Comella, la polémica sobre la Inquisición se nutre en buena parte de ignorancia histórica, desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, falta de contextualización de los hechos y de estudio comparativo entre la justicia civil y la inquisitorial. Esas carencias han hecho que se magnifique una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.

—¿Y qué hay entonces de cierto sobre la Inquisición, por ejemplo en España, que fue bastante famosa?
En España se formaron los primeros tribunales en 1242. Como en otros países europeos, esos tribunales dependían de los obispos diocesanos y por regla general fueron bastante benévolos.
Sin embargo, en la época de los Reyes Católicos el Santo Oficio español se convirtió en un tribunal eclesiástico supeditado a la monarquía y en un instrumento represivo de la disidencia religiosa influido con frecuencia por lo político. Los Reyes Católicos impulsaron a lo largo de su reinado medidas religiosas muy acertadas, que la historia les reconoce, pero quedaron un tanto ensombrecidas por la actuación de esos tribunales. Consideraban que la unidad religiosa debía ser un factor clave en la unidad territorial de sus reinos, y juzgaron imprescindible la conversión de los hebreos (unos 110.000) y los moriscos (unos 350.000). Algunos de ellos se bautizaron por convencimiento, pero otros no, y al regresar a sus antiguas prácticas fueron perseguidos por la Inquisición.

—¿Y cómo se explica esa decisión en unos reyes que han pasado a la historia como católicos?
Cuando se juzgan actuaciones del pasado, hay que tener presente que son diversos los tiempos históricos, sociológicos y culturales. En aquella época, la fe era el valor central de la sociedad, tanto como puede serlo ahora, por ejemplo, la libertad.
Igual que en nuestra época se lucha y se muere, y a veces también se mata, por defender la libertad personal o colectiva, entonces se hacía lo mismo por defender la fe.
La fe se percibía entonces como la base y la garantía de la convivencia, y el que atentaba contra ella era considerado de manera semejante a como ahora se vería a un terrorista, a una persona que contamina el agua de una ciudad o a quien vende droga a unos niños. Esa es la razón por la que la mayoría de la gente aplaudía la actuación de aquellos guardianes de la ortodoxia.
No quiero con esto decir que eso estuviera bien, ni que la historia lo justifique todo, sino simplemente que deben considerarse con atención los condicionamientos de entonces. Era una sociedad con una gran preocupación por la salvación eterna, en la que la muerte era una realidad fuertemente presente (la esperanza media de vida no llegaba a los treinta años, y la mortalidad infantil era muy alta, de modo que todo el mundo había visto morir muy jóvenes a varios de sus familiares más cercanos), y en ese clima, el común de la gente veía al hereje como un grave peligro social, de modo semejante –insisto– a como veríamos hoy a quien se dedicara a propagar enfermedades contagiosas, corromper niños o dañar el medio ambiente.

—¿Y era muy frecuente la tortura, o la muerte en la hoguera?
La pena de muerte en la hoguera se aplicaba al hereje contumaz no arrepentido. El resto de los delitos se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas penitenciales. Las sentencias eran leídas y ejecutadas en público en los denominados “autos de fe”.
En cuanto a la tortura, la Inquisición admitió su uso, aunque con diversas restricciones: por ejemplo, no podía llegar al extremo de la mutilación, ni poner en peligro la vida del imputado. No hay que olvidar que la tortura era utilizada entonces con toda normalidad en los tribunales civiles. La principal diferencia era que en los tribunales de la Inquisición, el acusado confeso arrepentido tras la tortura se libraba de la muerte, algo que no ocurría en la justicia civil.
Otro rasgo característico de la Inquisición era que el imputado tenía mejor garantizados sus derechos que en el sistema judicial civil. Además, la Inquisición no hacía distinciones a la hora de acusar a prelados, cortesanos, nobles o ministros. Prueba de ello fue el caso del juicio de Carranza, arzobispo de Toledo y Primado de España, que fue acusado de luteranismo y condenado por la Inquisición española. O el de Antonio Pérez, que era secretario del rey. Este último, junto con otros políticos españoles exiliados, difundieron por Francia, Alemania e Inglaterra el germen de la leyenda negra de la Inquisición española, que fue acogida de buen grado en un ambiente de gran rivalidad por el dominio político del imperio español en numerosos puntos de Europa.

La verdad sobre las cifras

La Inquisición se instauró en España en 1242 y no fue abolida formalmente hasta 1834. Su actuación más intensa se registra entre 1478 y 1700, durante el gobierno de los Reyes Católicos y los Austrias. En cuanto al número de ajusticiados, los estudios realizados por Heningsen y Contreras sobre las 44.674 causas abiertas entre los años 1540 y 1700, concluyeron que fueron quemadas en la hoguera 1.346 personas (algo menos de 9 personas al año en todo el enorme territorio del imperio español, desde Sicilia hasta el Perú, lo cual representa una tasa inferior a la de cualquier tribunal provincial de Justicia).
El británico Henry Kamen, conocido estudioso no católico de la Inquisición española, ha calculado un total de unas 3.000 víctimas a lo largo de sus seis siglos de existencia. Kamen añade que “resulta interesante comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una”.
Con más de cinco mil estudios ya publicados sobre la Inquisición, los expertos dan por zanjada la polémica en torno a los datos históricos, y centran ahora sus esfuerzos en el análisis de la sociología, la hacienda y la jurisprudencia del Santo Oficio. La leyenda negra ha muerto ya para los historiadores, pero sigue circulando entre personas menos documentadas. Afortunadamente, la fe cristiana custodia una doctrina que le permite rectificar los errores prácticos en los que hayan incurrido sus miembros a lo largo de la historia: la doctrina del Evangelio.

martes, 16 de junio de 2009

La trata de seres humanos

/ITALIA - Dos millones y medio de personas víctimas de la trata de seres humanos: la movilización de las religiosas en contra del tráfico que prácticamente afecta a todos los países del mundo

Roma (Agencia Fides) – Son casi dos millones y medio las víctimas de la trata con fines de explotación sexual, de las cuales al menos 500,000 en Europa y entre 29,000 y 38,000 en Italia. Son estos datos, significativos y alarmantes al mismo tiempo, los que están al origen del “Congreso 2009: Religiosas en red contra la trata”. La iniciativa inicia hoy 15 de junio y durará hasta el 18 de junio. Los trabajos serán abiertos por S.E.R. Mons. Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes. Al Congreso llegó un telegrama del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, a nombre del Santo Padre Benedicto XVI en la que se desea que “este significativo encuentro suscite una renovada conciencia del valor de la vida y un cada vez más valiente compromiso con la defensa de los derechos humanos y por superar toda forma de explotación”.


Los datos sobre la magnitud del fenómeno – difundidos en el 2007 por la Dirección Justicia de la Comisión UE – fueron también mencionados durante la conferencia de prensa de presentación del Congreso realizada en la Sala de Prensa en la Santa Sede. La iniciativa de hecho es promovida por la Unión Internacional de Superiores Generales (UISG) en colaboración con la Organización internacional para los Migrantes (Oim). Las dos organizaciones colaboran en la lucha contra el fenómeno coordinando 15 redes internacionales que comprenden 252 congregaciones femeninas en 36 países. En particular la OIM ha formado en los años 500 religiosas en todo el mundo.


Desde una visión general, sin embargo, el tema de la trata de seres humanos sigue siendo un fenómeno difícil de definir de una vez por todas. A diciembre del 2000 se remonta el tentativo de identificar un conjunto de prácticas criminales que pueden ayudar a comprender el fenómeno. En ese año, en efecto, se precisó la definición de la trata por parte de los organismos internacionales, que reza: “el reclutamiento, el transporte, la transferencia, el brindar alojamiento o acogida a personas, mediante el uso o la amenaza del uso de la fuerza o de otras formas de coerción, el rapto, el fraude, el engaño, el abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad o mediante el ofrecimiento o la aceptación de sumas de dinero u otras ventajas dirigidas a obtener el consenso de una persona que detenta autoridad sobre otra con el objeto de explotarla. La explotación comprende, como mínimo, cualquier forma de prostitución de otros u otras formas de explotación sexual, el trabajo forzado o la prestación forzada, la esclavitud o prácticas análogas, el robo o extracción de órganos”.


Intervinieron en la conferencia de prensa de presentación del Congreso 2009: el p. Eusebio Hernández Sola, O.A.R., Jefe de Sección en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; la Sra. Victoria González de Castejón, R.S.C.J., Secretaria General de la UISG; la Dra. Carmela Godeau, Vice Jefe de Misión OIM, Roma; la Hna. Sangema, quien afirmó entre otras cosas que “no existe sociedad en el mundo que pueda jactarse de ser inmune a esta plaga social”, para luego explicar que “los protagonistas van desde los propios familiares a las parejas sentimentales, de los vecinos de casa a los amigos, a las amigas y a los extranjeros; pero los principales responsables son las organizaciones criminales, frecuentemente también en complicidad con autoridades locales y políticas, que devastan las zonas más pobres e indefensas de la sociedad en todos los rincones del globo”. “La trata –agregó también la Hna. Sangema– no es una realidad lejana a nosotros: sucede en nuestras calles, en nuestros barrios, y afecta a nuestros conocidos, a nuestros amigos y amigas, a los niños y niñas de nuestras escuelas y parroquias”.


El Congreso 2009 que se inició hoy en Roma es la segunda edición del Congreso organizado del 2 al 6 de junio de 2008 por parte de la Unión Internacional Superiores Generales para la migración y con la financiación del gobierno de los Estados Unidos (ver Fides 9/6/2009). El deseo de construir la red de las religiosas en oposición a la trata de personas fue incluido en la Declaración final, en la que se afirma: “Como mujeres consagradas, en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de este mal, no permaneceremos en silencio. Renovamos nuestro compromiso de promover la dignidad de todas las personas como respuesta a las palabras de Jesús: ‘he venido al mundo para que tengan vida y la tengan en abundancia’”

Agencia Fides

martes, 14 de abril de 2009

No cerremos los ojos ante los niños esclavos.

16 de abril de 2009

Este año 2009 se cumple el 90 aniversario de la primera legislación internacional para abolir la esclavitud infantil, limitando la edad de entrada al mundo del trabajo. También se cumplen 90 años de que en España se decretara por ley la jornada laboral de 8 horas, siendo así el primer país de Europa en donde se consiguió una reivindicación histórica de la clase obrera. Ambos logros no fueron una concesión de los poderosos, sino fruto de las luchas, la entrega y el sacrificio, muchas veces con sangre, que multitud de niños, hombres y mujeres pobres hicieron posible.

Hoy, casi un siglo después asistimos a una de las situaciones más vergonzosas de todos los tiempos de la humanidad: la ESCLAVITUD INFANTIL, es el panorama de más de 400 millones de niños en el mundo. Hoy se habla de la crisis, ¿pero cómo catalogaríamos la situación a la que se ven sometidos millones de niños en el mundo en las últimas décadas? La llamada crisis actual la pagarán sobre todo los empobrecidos.

Los niños esclavos son obligados a participar de una planificación internacional del trabajo, consecuencia de un sistema económico perverso. La esclavitud infantil se ha convertido en un instrumento de la guerra comercial internacional. Poderosas empresas multinacionales, avaladas y sostenidas por el sistema financiero mundial - con producciones que van desde los automóviles y ropa de gran consumo hasta refrescos y zapatillas deportivas- utilizan a niños y niñas, en los países empobrecidos y aquí, para abaratar una mercancía que se vende en otros lugares y que esos menores nunca podrán disfrutar.

La esclavitud infantil es un holocausto de dimensiones planetarias que va en aumento. Afirmamos que es el mayor problema laboral y, por tanto, sindical en el mundo. El sindicalismo internacional y la inmensa mayoría de los partidos políticos, incluidos los españoles, se desentienden de tal cuestión. Lo cierto es que aumenta la esclavitud infantil, en número y en gravedad de las condiciones de explotación.

La actual situación, que en nuestro país ha dejado en la cuneta a más de 4 millones de personas sufriendo el paro, a nivel mundial agrava el trabajo esclavo EL SILENCIO DE LOS SINDICATOS LES HACE CÓMPLICES, esconde su traición y supone una acusación que les coloca del lado de los verdugos. Denunciamos a los sindicatos (UGT, CCOO…) y partidos políticos (PSOE, PP, IU, nacionalistas…) que hasta ahora han ignorado esta realidad y permanecen mudos ante esta canallada.

Las ayudas billonarias para salvar a la banca de manera inminente han puesto de manifiesto, que si se quisiera se podría erradicar la esclavitud infantil y el hambre, pues tendría un coste muchísimo menor que el dinero regalado a las finanzas. Ha quedado patente que no existe voluntad política de acabar con esos crímenes. ¿Por qué?

¿Qué hacen la UNICEF y la OIT ante este crimen?

Nos unimos al grito de Benedicto XVI que en su reciente visita a África, denuncia el tráfico de seres humanos y la esclavitud.

La esclavitud infantil es un problema moral y político y sólo tiene solución desde lo moral y lo político, desde una política de la solidaridad. La abolición total de la esclavitud infantil es posible si hoy, como ayer, luchamos en SOLIDARIDAD con los niños esclavizados y exigimos a nuestros sindicatos y partidos políticos la denuncia de estos crímenes.

CONSTRUYAMOS OPINIÓN PÚBLICA SOLIDARIA denunciando las CAUSAS de este drama para erradicar la esclavitud infantil de la faz de la Tierra.

¡¡¡ NO A LA ESCLAVITUD INFANTIL !!!

¡¡¡ ARRIBA LOS POBRES DEL MUNDO !!!

IQBAL MASIH, mártir católico en la lucha contra la Esclavitud Infantil en el mundo.

Asesinado el 16 de abril de 1995, en Pakistán, cuando tenía 12 años. [1983-1995]

Testimonio de auténtico sindicalismo solidario y militante.

Encuentra todo sobre Iqbal Masih en su web [pincha aquí]


Autor: MCC - SAIn - CJS- Fecha: 2009-04-15

Querido amigo:

Queremos invitarte a participar a una concentración y acción simbólica contra las causas de la esclavitud infantil.

Actualmente existen en el mundo más de 400 millones de niños esclavos . En pleno siglo XXI podemos encontrarlos fabricando alfombras en telares de Pakistán , India, etc, atados si es necesario para que no escapen.

Podemos encontrarlos en las plantaciones de tabaco, de café , de azúcar,? consumiendo pesticidas venenosos que acaban con su corta vida por enfermedades incurables.

Podemos encontrarlos en medio de las basuras, bajo el peligro de máquinas e infecciones, en medio de la calle entre los prostíbulos, casi enterrados entre las minas de oro, ?.

Niños esclavos. Son ya 400 millones.
Hoy la complicidad de gobiernos, multinacionales, sindicatos,y nuestra pasividad como ciudadanos hacen que los niños sean víctimas de esta gran guerra comercial.

Es por ello que te invitamos a unirte al grito solidario que ante las instituciones exige respuestas para erradicar este crimen a la infancia que es la esclavitud.

16 ABRIL 2009
DÍA MUNDIAL CONTRA LA ESCLAVITUD INFANTIL CONCENTRACIÓN Y ACCIÓN SIMBÓLICA EN SOLIDARIDAD CON LOS NIÑOS ESCLAVOS

PLAZA SAN JAIME, 20:00 H

Organizan: MCC, partido SAIn y CJS

CASA DE CULTURA I SOLIDARITAT
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PER QUE EL 16 D'ABRIL?
El 16 d'abril de 1995 moria assassinat Iqbal Masih. En memòria d? Iqbal, símbol dels 400 milions de nens esclaus, vam reivindicar el 16 d'abril com Dia Internacional contra l'Esclavitud Infantil.

IQBAL MASIH
Iqbal era un nen pakistanès de 12 anys. Cristià en un país de majoria musulmana. Va treballar com nen esclau des dels 4 anys per a les màfies tèxtils del seu país. Juntament amb altres nens sindicalistes, va aconseguir la llibertat, i va començar una lluita associada per a l'alliberament dels milions de nens esclaus que hi ha en el món. Això li va dur al reconeixement internacional, parlant davant parlaments i universitats d'Amèrica del Nord i Europa, denunciant la responsabilitat que els habitants del Nord del planeta tenim en la misèria de la infància del Sud. No li van perdonar, i al seu retorn, la màfia tèxtil el va assassinar el diumenge de resurrecció de 1995.

La seva mort va posar de manifest davant el món aquesta realitat dramàtica de més de 400 milions de nens que viuen sota les més diverses formes d'esclavitud. Catorze anys després la metxa encesa per aquest nen lluitador corre per tot el món i es multipliquen els actes i iniciatives per a abolir l'esclavitud infantil i per a demanar que el 16 d'abril sigui declarat Dia Mundial contra l'Esclavitud Infantil.

Les màfies tèxtils de Pakistan el van assassinar als 12 anys perquè les va denunciar internacionalment ?No compreu catifes, fetes per nens esclaus?, va dir en Boston al rebre un premi per les seves lluita solidària. Va donar la seva vida per denunciar les causes d'aquest crim

El proper 16 d´abril, a més de 30 ciutats espanyoles es faran actes, concentracions en solidaritat amb els 400 milions de nens esclaus.

A BCN convoquem una concentració a la plaça Sant Jaime, 20:00 h.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Sarcasmos eutanásicos

Lunes, 09-02-09

En el debate sobre la eutanasia hay un ingrediente de «truhanería compasiva». El bueno de Bernat dijo hace algún tiempo, para alborozo de la parroquia eutanásica: «Tu cuerpo es tuyo, eso es socialista»; donde subyace la negación de una instancia divina que pueda determinar lo que debemos hacer con nuestro cuerpo. Según el apotegma del bueno de Bernat, cada individuo puede disponer de su vida como le viene en gana, en un ejercicio de voluntad soberana; y este principio de autonomía de la voluntad sería el que justificase la eutanasia. Pero la autonomía de la voluntad individual es el espantajo que la parroquia eutanásica enarbola para distraer nuestra atención de lo que en verdad persigue, que es exactamente lo contrario. Pues la parroquia eutanásica, a la vez que niega que una instancia divina pueda establecer los límites de la vida, postula que una instancia humana -¡con certificado progre, of course!- los establezca en su lugar. De modo que donde el bueno Bernat dice «tu cuerpo es tuyo» debe añadirse «... y el de tu prójimo también». Que es lo que ocurre en este caso de la italiana Eluana, a quien nadie le ha preguntado si desea quitarse la vida; y como esta pregunta Eluana no parece en disposición de responderla, llega entonces la parroquia eutanásica y nos dice: «Pues, a falta de respuesta de Eluana, nosotros decidimos por ella y le damos matarile».

Erigirse en juez omnímodo sobre las vidas ajenas no parece conjugarse demasiado bien con el principio de autonomía de la voluntad que la parroquia eutanásica enarbola a modo de coartada. Entonces hay que desplegar una estrategia propagandística de confusión que, a simple vista, parezca un ejercicio de filantropía. Primeramente, ha de lograrse que la sociedad restrinja su concepción de «vida humanamente digna»; de esta concepción restringida debe quedar expulsado el quebranto físico y moral, las enfermedades incurables, la decrepitud. Una «vida humanamente digna», para la parroquia eutanásica, es aquella que puede disfrutarse en plenitud; la vida doliente, acechada por los padecimientos, se convierte de inmediato en vida indigna y prescindible. Para imponer esta concepción (contraria al impulso natural del hombre, que lo empuja a aferrarse a la vida) se recurre a calculadas campañas de «concienciación social», que básicamente consisten en pillar a enfermos atenazados por la desesperación, afianzarlos en su propósito suicida y exhibir carroñeramente su muerte en directo, convirtiéndolos en modelos de ejemplaridad pública.

Convertir a alguien en modelo de ejemplaridad pública significa decir: «Tú en su lugar harías lo mismo». Esto es: tú tampoco soportarías los padecimientos que esa persona soportaba; tú tampoco serías capaz de vivir postrado en una silla de ruedas, o conectado a una máquina. Y, una vez logrado esto, el deslizamiento moral que propone la parroquia eutanásica es el siguiente: «Y esos sufrimientos que no querrías para ti, ¿por qué permites que los sufran otros?». De donde se desprende que a los enfermos postrados en una silla de ruedas, o conectados a una máquina, hay que darles matarile por compasión. Naturalmente, se trata de una compasión falsificada: pues lo que la verdadera compasión anhela es compartir el sufrimiento ajeno; lo otro es desapasionamiento e impiedad. Y detrás de la impiedad siempre hay un interés utilitario, que en este caso no es otro que librarse de las vidas que se han convertido en una carga gravosa. Y el sarcasmo eutanásico se completa cuando a los que se resisten a comulgar con tanta impiedad se les tacha de impíos fundamentalistas, esclavos de una instancia divina. ¿Para qué hace falta una instancia divina, si nuestros progres se lo guisan y se lo comen todo, erigidos en jueces omnímodos?

http://www.juanmanueldeprada.com

lunes, 19 de enero de 2009

Poner la otra mejilla: La no violencia evangélica

Uno de los dichos de Jesús más conocidos es aquel que dice: A quien te abofetee la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mt 5, 39). Suele interpretarse comúnmente esta frase como una invitación a sufrir, sin rebeliones, ofensas e injurias. Esta lectura supone que la persona religiosa y buena debe evitar toda reacción violenta, y padecer con resignación las agresiones.


Alberto de Mingo, Redentorista
Profesor de N.T
Revista Id y evangelizad , nº 42 Enero 2005



Uno de los dichos de Jesús más conocidos es aquel que dice: A quien te abofetee la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mt 5, 39). Suele interpretarse comúnmente esta frase como una invitación a sufrir, sin rebeliones, ofensas e injurias. Esta lectura supone que la persona religiosa y buena debe evitar toda reacción violenta, y padecer con resignación las agresiones.

Interpretado así, estas palabras resultan intolerables para una sensibilidad moderna consciente de los derechos humanos. La dignidad de la persona agredida requeriría, al menos, una protesta, una reacción de denuncia que afirmase el valor del ofendido. Una canción de moda hace algunos años, de la cantautora Ana Belén, decía: Solo le pido a Dios/que lo injusto no me sea indiferente/que no me abofetee la otra mejilla/después de que una garra me arañó esta suerte.

El objeto de este artículo es demostrar que, bien entendido en su contexto original, el dicho de Jesús sobre ofrecer la otra mejilla y los otros dichos contiguos que se refieren a la misma actitud de noviolencia activa no son una conminación a la pasividad, sino bien al contrario, una llamada a la defensa de la dignidad de los más desprotegidos.

El dicho de la mejilla

A quien te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra (Mt 5, 3 9).

En la versión de Mt, la mejilla golpeada es la derecha. Esto supone, o bien que la mano con que el agresor ha golpeado es la izquierda, o bien que la bofetada ha sido propinada con el revés de la mano derecha.
La Misná conserva un texto que viene a ilustrarnos sobre el significado social de la bofetada en el contexto de aquella cultura. Dice en su tratado Babá Qammá (BQ): Si uno da un puñetazo a su prójimo, ha de indemnizarle con una selá. R. Yehudá dice en nombre de R. Yosé el galileo: una mina. Si le da una bofetada, ha de darle doscientos sús. Si le abofetea con el reverso de la mano, ha de indemnizarle con cuatrocientos sús. (BQ 8,6).
Antes de nada, aclaremos el valor de las multas prescritas: una selá son cuatro sús, y un sús es el salario de un día de trabajo, el equivalente a un denario romano. Una mina son cien sús.
El tratado Babá Qammá pertenece al cuarto orden de la Misná, llamada Nesiquín (Daños), que versa sobre las indemnizaciones que han de abonarse en casos de daños y perjuicios cometidos tanto accidental como intencionadamente. En el caso de la agresión física a las personas, la indemnización se ha de pagar por el daño, por el dolor, por la curación, por la pérdida de tiempo y por la injuria (BQ 8,1).
Por daño se entiende las secuelas que deja la agresión; por dolor el sufrimiento físico causado; por curación los costes de los remedios terapéuticos. La pérdida de tiempo es la indemnización correspondiente al tiempo que el agredido ha tenido que sustraer de sus obligaciones por la convalecencia. El quinto motivo, la injuria, hace referencia a los aspectos no-físicos del daño causado. Es lo que hoy llamaríamos daño moral y que en aquella sociedad era el nombre que se daba al menoscabo del honor.
Bruce Malina y el Context Group han realizado una importante contribución a la ciencia bíblica al poner de relieve la importancia del honor en la interpretación de los textos del Nuevo Testamento. En las sociedades mediterráneas tradicionales, el honor ocupaba el centro del sistema de valores socialmente relevantes. Según Malina, el buen nombre de uno, es decir, la buena reputación, constituye la preocupación central de la gente en todo contexto de acción pública y confiere sentido y significado a sus vidas, lo mismo que el dinero en nuestra sociedad.
El antropólogo John Peristiany ha definido el honor como el valor que una persona tiene ante sí misma, pero también ante la sociedad a la que pertenece. Es la estimación de su propia valía, aquello de lo que cree poder enorgullecerse, pero también el reconocimiento de esa creencia, el reconocimiento de su excelencia por parte de la sociedad, aquello de lo que tiene derecho a enorgullecerse.
En la sentencia de BQ 8,6 sorprende la gravedad con que se castiga la bofetada, el agresor ha de abonar 200 sús, equivalente al salario de casi un año de trabajo, una cantidad exorbitante, sobre todo, si lo comparamos a los sólo 4 sús con que se castiga un puñetazo. El honor nos da la clave para entender la gravedad de esta ofensa. El que abofetea ha de indemnizar por la injuria, el menoscabo de honor que ha infringido en el ofendido.

El que presenta la otra mejilla desmonta los presupuestos sociales que confieren al agresor el poder de humillar y someter. Su gesto es un desafío. La iniciativa ha cambiado de bando y está ahora en manos de quien era considerado menos que un ser humano. Ha demostrado que su dignidad como persona no se desmorona con un bofetón.

La Misná es tolerante con el puñetazo. Aunque punible, la levedad del castigo, equivalente aproximadamente a una semana de sueldo, nos revela que, en la mente del legislador, darse de puñetazos es una manera tolerable de resolver las diferencias entre hombres. La bofetada, sin embargo, se penaliza con una multa 50 veces superior. La humillación que conlleva el gesto, la injuria que produce, es intolerable entre prójimos, es decir, personas con el mismo rango social. De ahí la gravedad de la indemnización. La situación es aún más grave si la bofetada se da con el revés de la mano, por ser éste un gesto más humillante.
Pero esta legislación es aplicable sólo cuando agredido y agresores son hombres libres. Babá Qammá recoge una sentencia de Rabí Yehudá que dice: Por los esclavos no hay que indemnizar el concepto de injuria (BQ 8,3). Y es que en cuestiones de injuria: Esta es la regla: todo depende de la dignidad de la persona (ofendida) (BQ 8,6). En la lógica del honor, cuando unsuperior abofetea a un inferior: el amo al esclavo, el marido a la mujer, el padre al hijo, no está sino haciendo una demostración de cuál es el orden de dignidades entre las personas. El abofeteado debe, en estos casos, agachar la cabeza y aceptar la humillación con resignación.
Imaginemos el contexto en el que colocar el dicho de Jesús: A quien te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Pienso que la escena corresponde a la de una persona socialmente superior que abofetea a un inferior. Para el caso de bofetadas entre iguales había en aquella sociedad, como atestigua la Misná, medios para resolver el conflicto. Pero ¿qué sucedía cuando alguien, arropado por su posición social superior, humillaba a un campesino, a una mujer o a un esclavo abofeteándole en público? El gesto iba dirigido a afirmar la relación de subordinación, basada en el mayor honor del agresor, y obtener así la sumisión del agredido.
Jesús propone para este escenario que el abofeteado o la abofeteada vuelva la otra mejilla. Imaginemos el gesto: ¿qué reacciones suscitaría tanto en el agresor como en los que contemplan la agresión? En primer lugar, sorpresa. Que el abofeteado ofrezca la otra mejilla no era lo esperado. El agredido toma la iniciativa para negarle a su agresor lo que se había propuesto: reafirmar el desigual orden que le coloca por encima y obtener la sumisión del inferior en dignidad.
El que presenta la otra mejilla desmonta los presupuestos sociales que confieren al agresor el poder de humillar y someter. Su gesto es un desafío. Incluso en el caso de que el agresor opte por darle un puñetazo, estaría de este modo reconociéndole como igual. En cualquier caso, la iniciativa ha cambiado de bando y está ahora en manos de quien era considerado menos que un ser humano. Ha demostrado que su dignidad como persona no se desmorona con un bofetón.

El dicho de la milla

Al que te exija ir cargado durante una milla, ve con él dos (Mt).

La situación a la que se refiere el dicho es la de una angareia. El verbo griego que hemos traducido aquí como exigir ir cargado es angareuô, una palabra técnica del ámbito militar que significa forzar a alguien a realizar un servicio.
La situación típica que representa es la de una persona, por ejemplo un campesino, forzado por el ejército romano a transportar material. Las legiones romanas se desplazaban por el Imperio con una pesada impedimenta. Josefo describe así el equipo de un legionario típico: El resto de la infantería usa venablos, escudo, una sierra, una cesta, una piqueta, un hacha, una correa y un garfio, con provisiones para tres días, de suerte que hay poca diferencia entre ellos y un jumento cargado (Guerra 3.5.5). Wink estima el peso del equipaje de un legionario en 30 a 40 kilos, sin incluir armas.
Los legionarios no transportaban ellos mismos este pesado equipo, sino que recurrían para ello al trabajo forzado de los civiles que encontraban en su camino. Tenemos, así, el escenario correspondiente al dicho de Jesús: un campesino es obligado por un soldado a llevar su impedimenta durante una milla, un trabajo no sólo gravoso, sino humillante. Jesús propone responder a una situación así, no con una resistencia violenta o con el resentimiento, sino con una generosidad que asombra.

Mê antistênai tô ponerô no es, por tanto, no resistáis al mal sino no os opongáis al mal con la violencia

Wink nos invita a representarnos así la escena propuesta por el dicho de Jesús:
Imaginen la sorpresa del soldado, cuando a la siguiente piedra miliar, al aprestarse a tomar con desgana su paquete, el civil dice: `Oh, no, déjame llevarlo otra milla´. ¿Por qué lo hace? ¿Qué trama? Normalmente los soldados tienen que obligar a la gente a llevar su impedimenta, pero este judío lo hace tan alegremente, ¡y no para!. El humor de esta escena puede que se nos escape a nosotros, pero difícilmente hubiera pasado desapercibido para la audiencia de Jesús.
Wink no aporta evidencias sólidas sobre esta presunta normativa. El mismo reconoce que no se ha conservado hasta hoy, que yo sepa, una ley romana que limitara la ‘angareia’ a una milla. Personalmente, no encuentro motivos suficientes para presuponer que haya existido tal reglamento.
Pero comparto con Wink que el gesto propuesto por Jesús está destinado a sorprender al soldado. Devuelve al agraviado la iniciativa moral y crea una situación sorprendente que hace interrogarse al agresor. A partir de este momento, al militar le resultará más difícil pensar en los civiles sometidos como simple mano de obra disponible.

No «resistir» el mal con la violencia

Volvamos a la frase que sirve de introducción a los cuatro dichos de Mt 5, 39-42: No resistáis al mal En el original griego suena así: Mê antistênai tô ponerô. La dificultad para la traducción radica en el verbo antistênai, que suele traducirse simplemente como resistir. Pero esta palabra tiene más matices. Según el Diccionario Liddell-Scott, anthistêmi significa oponerse, especialmente en la batalla. Wright comenta que antistênai es casi un término técnico para la resistencia revolucionaria del tipo específicamente militar. Para demostrar esta afirmación el autor argumenta convincentemente que Flavio Josefo de las 17 veces que usa la palabra, 15 lo hace con el sentido de "lucha violenta".
Mê antistênai tô ponerô no es, por tanto, no resistáis al mal sino no os opongáis al mal con la violencia. El significado de los dichos de esta sección ilustra perfectamente que lo que se pide no es la pasividad de los creyentes, sino superar la violencia como forma de oponerse al mal. En este sentido, no estoy de acuerdo con la opinión que Ulrich Luz expresaba en su comentario al Evangelio según san Mateo: Se advierte en Mateo un cierto desplazamiento hacia una pasividad cristiana.
La resistencia noviolenta como el modo propiamente cristiano de enfrentarse al mal es uno de los pilares de la ética del cristianismo más primitivo, y está atestado en distintos documentos del Nuevo Testamento.
Así Pablo: Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis (Rom 12, 14).
Nunca devolváis a nadie mal por mal (Rom. 12, 17).
Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal (1 Tes. 5,15)
En la Primera Carta de Pedro: En conclusión, sed todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde, no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición. ( 1 Pe 3,8-9).
En el Apocalipsis: Si alguno es destinado a la cautividad, a la cautividad va; si alguno ha de morir a espada, a espada ha de morir. Esta es la resistencia y la fe de los santos (Ap. 13,10).

También la Didajé, un antiguo documento cristiano compuesto en la segunda mitad del siglo I, probablemente en torno al año 70, inicia su catequesis ética con esta misma tradición: Bendecid a los que os maldicen, rogad por vuestros enemigos y ayunad por los que os persiguen. Pues ¿qué generosidad tenéis si amáis a los que os aman? ¿Acaso no hacen esto también los paganos? Vosotros amad a los que os odian y no tendréis enemigo. Apártate de las pasiones carnales y corporales. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra y serás perfecto. Si alguien te fuerza a acompañarle (angareusé) una milla, ve con él dos. Si alguien te quita tu manto, dale también la túnica. Si alguien se apodera de lo tuyo, no se lo reclames, pues tampoco puedes. A todo el que te pida, dale y no se lo reclames, pues el Padre quiere que todos reciban de sus propios dones ( Didajé I,3-5)
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