sábado, 18 de agosto de 2007

Invitación al aborto

Los abortos provocados en España dentro de la tolerancia legal superarán por primera vez la cifra de de cien mil a final de año, según las previsiones. Esto supone, además del mayor crecimiento en Europa (el 75 por ciento en 20 años), la muerte de un pequeño ser humano cada cinco minutos.

Un diario nacional apunta que la anterior ministra del ramo, Elena Salgado, se había felicitado por la tasa de abortos, ya que entiende que es una de las más bajas de la Unión Europea.

Cien mil abortos son pocos, por lo visto, aunque supongan con mucho la primera causa de mortalidad en España. El negocio para las clínicas privadas que practican esta actividad letal es creciente, y no consta que en todas partes se lleve a cabo un auténtico y riguroso control oficial de la aplicación de la ley que despenaliza tres casos de un hecho que no ha dejado de ser delito. Los abortos realizados por el tercer supuesto, riesgo para la salud psíquica, han alcanzado expresivamente el 96,7 por ciento del total de las alegaciones admitidas.

Hay quienes se quejan de que no se haya usado más lo que hipócritamente se ha querido llamar "interrupción", como si fuera temporal, aunque no es otra cosa que la eliminación definitiva de una vida incipiente.

El PSOE madrileño exigía estos días a la Comunidad de Madrid que ofreciera a la familia de una adolescente marroquí, embarazada y tutelada por aquellas autoridades, la posibilidad de ejercer su "derecho al aborto" (!), sobre lo que se decidiría el martes próximo. La secretaria de las Políticas de Igualdad había expresado su preocupación por "los presupuestos ideológicos de los sectores más integristas del gobierno autonómico": interrupción voluntaria, igual a progreso... Así las cosas, ayer se dio a conocer que la chica ha sufrido un aborto "espontáneo". Caso resuelto.
Antes que del apoyo a la vida, parece que conviene felicitarse por las cien mil defunciones y, al mismo tiempo, lamentar que no se ofrezca suficientemente la "opción razonable" de la muerte provocada de un niño. Vaya por Dios.

Esteban Gréciet. La Nueva España. Oviedo.

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