miércoles, 8 de junio de 2011

Un protocolo de prevención del acoso laboral

La Universidad CEU Cardenal Herrera presenta un protocolo de prevención del acoso laboral, pionero en el ámbito universitario español

El director del Barómetro Cisneros sobre acoso laboral, Iñaki Piñuel, ha calificado el protocolo como un “modelo a implantar en todas las universidades”

Martes, 7 de junio de 2011.- La Universidad CEU Cardenal Herrera ha presentado su protocolo de actuación en materia de acoso laboral, elaborado por el Comité de Seguridad y Salud de la Universidad, del que forman parte representantes de la dirección y del comité de empresa. El especialista en mobbing Iñaki Piñuel, que ha asistido al acto de presentación ante los trabajadores de la CEU Cardenal Herrera, ha calificado este documento como “un protocolo pionero en el ámbito universitario español”. “Hay que felicitar a la Universidad CEU Cardenal Herrera por su elaboración y animar a otras universidades a protocolizar del mismo modo, ya que en los entornos académicos, especialmente en la educación superior, es donde más acoso se produce, tras la función pública”.

Para este experto europeo en la investigación y divulgación de la lucha contra el acoso laboral, “en las organizaciones donde hay burocracia, regímenes endogámicos, competitividad y rivalidad o prácticas feudalizantes, como es el caso de la universidad, es más frecuente que se produzcan situaciones de acoso”. “Es bueno –ha añadido- que esta Universidad establezca, con este protocolo, un marco de tolerancia cero frente al mobbing”.

Según el director de Recursos Humanos de la CEU-UCH, Óscar Cortijo, este protocolo tiene una finalidad preventiva: “Los casos de acoso laboral son indignos y hay que intentar que no se produzca ni uno solo. No queremos ambientes ni contextos tóxicos en los que las personas que acosen queden impunes”. Según ha informado, el Consejo de Gobierno de la Universidad ha aprobado ya este protocolo y esta tarde se constituirá la comisión anti-acoso, encargada de la instrucción confidencial de los casos que se notifiquen, con presencia entre sus miembros de los representantes legales de los trabajadores.

Romper la impunidad
Para el profesor Piñuel, el mobbing “no es institucional, lo practican las personas y es a ellas a las que hay que dirigir el reproche jurídico”. Por este motivo señala que es la empresa la que debe dar el paso de actuar contra los acosadores. Piñuel afirma que estos protocolos producen “reducción a cero” en las instituciones que los implantan, puesto que “los que acosan detectan que se ha roto la impunidad, que es el caldo de cultivo de las conductas acosadoras”. Junto al secreto, la confusión en la evaluación del acoso con un conflicto laboral, con un problema de liderazgo o con un problema mental o personal de la víctima es otro de los ingredientes que favorecen la aparición del acoso. “Los protocolos anti-acoso rompen esta situación, porque evitan un diagnóstico distorsionado por falta de conocimiento de lo que es verdaderamente el mobbing”.

Miedo en las víctimas
La culpabilización y la paralización de las víctimas por miedo a los acosadores es otro de los factores que este tipo de protocolos anti-acoso contribuyen a eliminar: “Un protocolo como éste define que la institución se posiciona contra el acoso y que la persona afectada tiene derecho a pedir ayuda, como alternativa al silencio o a la judicialización de su caso como única alternativa”. Un elemento especialmente importante para Piñuel, dado que “el 90% de las víctimas terminan fuera de la organización para poner fin a su problema, por eso hay que animar a la aplicación de protocolos como éste en todas las organizaciones”.
Según Iñaki Piñuel, que ha tratado como psicólogo especialista a más de dos mil víctimas de acoso laboral en los últimos años, las secuelas de estas situaciones duran años y pueden provocar en el trabajador la pérdida de la capacidad laboral previa, cuadros de estrés postraumático cronificados, insomnio, miedo, incapacidad de disfrutar o de experimentar alegría e irritabilidad en las relaciones personales. Incluso en ocasiones, los problemas de salud derivados pueden acabar con la vida del trabajador. Para Piñuel, “el trabajo es el único lugar donde se puede acabar con la vida de otro sin ni siquiera tocarlo y sin consecuencia jurídica alguna”, tal y como recogió en la portada del primero de sus nueve libros sobre esta materia, en la que es considerado uno de los principales expertos a nivel europeo

El profesor Iñaki Piñuel (izda.) y el director de Recursos Humanos de la CEU-UCH, Óscar Cortijo (dcha.), en la presentación del Protocolo de actuación en materia de acoso laboral a los trabajadores de la Universidad.

Descargar PDF sobre el Protocolo Acoso CEU-UCH

miércoles, 1 de junio de 2011

Una mirada verdadera

Un email publicado online

Por favor tómense un tiempo para leer este email de un sacerdote Zen que vive en Sendai

Aquí las cosas en Sendai han sido bastante surrealistas. Sin embargo soy muy bendecido al tener maravillosos amigos que me están ayudando mucho. Como mi choza es ahora aun más digna de ese nombre, me estoy quedando en la casa de un amigo. Compartimos provisiones como agua, comida y un calentador a kerosene. Dormimos alineados en una habitación, comemos a la luz de las velas, compartimos historias. Es cálido, cordial y hermoso.

Durante el día nos ayudamos mutuamente a limpiar el lío en nuestros hogares. La gente se sienta en sus autos, mirando las noticias en las pantallas de navegación, o hace colas para obtener agua potable cuando está abierta una fuente. Si alguien tiene agua corriente en su hogar, coloca un cartel para que la gente pueda ir a llenar sus jarras y baldes.

Es absolutamente asombroso ver que donde yo me encuentro no ha habído saqueos, nadie se empuja en las colas. La gente deja la puerta de su casa abierta, ya que es más seguro si hay otro terremoto. La gente dice a cada rato: "Ah, así es como solía ser en los viejos tiempos cuando todos se ayudaban mutuamente".

Anoche hubo cada 15 minutos. Las sirenas son constantes y los helicópteros pasan a menudo sobre nuestras cabezas.Tuvimos agua por algunas horas anoche en nuestros hogares, y ahora es por medio día. La electricidad vino esta tarde. El gas aún no ha venido. Pero todo esto es por áreas. Algunas personas tienen estas cosas, otras no. Nadie se ha lavado por varios días. Nos sentimos sucios, pero hay preocupaciones tanto más importantes que esa para nosotros ahora. Me encanta este desprenderse de cosas no-esenciales. Vivir plenamente en el nivel del instinto, la intuición, del cuidado, de lo que se necesita para sobrevivir, no solo para mí, pero para el grupo entero.Hay extraños universos paralelos teniendo lugar. Las casas, un revoltijo en algunos lugares, aun así, una casa con fuentones o la ropa secándose al sol. La gente haciendo cola para el agua y la comida, y sin embargo algunas personas sacando a sus perros a caminar. Todo ocurriendo al mismo tiempo.

Otros toques de belleza inesperados son, en primer lugar, el silencio a la noche. No hay autos. Nadie en las calles. Y los cielos de noche están tachonados de estrellas. Generalmente suelo ver un par, pero ahora el cielo entero está lleno de estrellas. Las montañas en Sendai son sólidas y con el aire límpido podemos ver sus siluetas contra el cielo en forma magnifica.

Y los japoneses mismos son tan maravillosos. Yo regreso a mi casa para chequearla cada día, ahora para enviar este email ya que la electricidad ha vuelto y encuentro comida y agua para mí en la entrada. No tengo idea de quién viene, pero está allí. Ancianos con gorras verdes van de puerta en puerta asegurándose de que todos estén bien. La gente habla con los extraños, preguntándoles si necesitan ayuda. No veo signos de temor. Resignación, sí, pero temor o pánico, no.

Nos dicen que podemos esperar más réplicas e incluso, terremotos importantes, durante uno o más meses. Y estamos teniendo constantes temblores, sacudones, bamboleos, retumbos. Tengo la bendición de vivir en una parte de Sendai que está algo elevada, un poco más sólida que otras partes. Por eso, hasta el momento esta zona está en mejores condiciones que otras. Anoche el esposo de mi amiga llegó desde el campo, trayendo comida y agua. Otra vez bendecido.

De algún modo, en este momento, tomo conciencia que a partir de la experiencia directa, hay en verdad un enorme paso cósmico evolutivo teniendo lugar en todo el mundo en este preciso momento. Y de algún modo, mientras experimento los eventos que tienen lugar ahora en Japón, puedo sentir mi corazón expandiéndose mucho. Mi hermano me preguntó si me siento tan pequeño por todo lo que está pasando. No es eso. Más bien, me siento parte de algo que está ocurriendo que es mucho más grande que yo. Esta ola de nacimiento (mundial) es dura, y aun así magnífica.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La felicidad, según Dostoyevski

No nos recuerda, como en otras obras suyas, que la felicidad no es incompatible con el sufrimiento, pero rechaza que la dicha pueda alcanzarse por medio de la desgracia ajena.

El 9 de febrero de 1881 moría, en San Petersburgo, Fiodor Dostoyevski. Su vida se apagó a los sesenta años, en la ciudad que, como buen eslavófilo, siempre había considerado ajena al espíritu de la auténtica Rusia.

Poco antes, Dostoyevski había vuelto a su Moscú natal para asistir a la inauguración de un monumento al más insigne de los literatos rusos, Alexander Pushkin. Con ocasión de este homenaje, el escritor pronunció una conferencia el 8 de junio de 1880, en la que, además de hacer una apasionada reflexión casi profética sobre el pueblo ruso, planteaba una cuestión que sacudió las conciencias de sus contemporáneos: ¿Acaso una persona puede fundar su felicidad en la desdicha de otra?

Fiodor DostoyevskiDostoyevski no se limita a glosar el argumento de Eugenio Oneguin, la obra maestra de Pushkin. No pretende hacer crítica literaria, sino afirmar una moral que forma parte de la naturaleza del ser humano, aunque las ideologías individualistas y colectivistas la desecharían por considerarla un obstáculo a sus ansias de libertad sin límites o de utopías reguladoras de mundos perfectos. El escritor contrapone el carácter de Oneguin, el prototipo de joven inmaduro del romanticismo, a la vez voluble y arrogante, al de Tatiana, una muchacha sencilla y profunda, que un asiduo de los salones de la alta sociedad consideraría muy poca cosa.

Años después, Oneguin encuentra a la joven en San Petersburgo, casada con un general mayor que ella. Sin abandonar su sencillez, Tatiana ha triunfado en esos círculos admirados por aquel hombre de mundo. Oneguin le ofrece amor y juventud, y le propone huir con él. Esta oferta de aventura romántica habría sido aceptada por Madame Bovary o por Ana Karenina, cuyas vidas eran tan rutinarias, pese a su relevancia social, como las del propio Eugenio Oneguin. Tatiana rechaza al pretendiente por fidelidad a su marido, pues su conciencia no le permite buscar la felicidad a costa de otro.

Moral y felicidad

Nunca faltarán quienes califiquen su actitud de convencional o de hipócrita, pero, según subraya Dostoyevski, la actitud de Tatiana es la más inteligente. Si hubiera seguido al romántico galán, pronto se enfrentaría a la desilusión de éste, que, en su actitud de hastío ante la vida, cambiaría los galanteos por sus habituales sarcasmos e ironías. En definitiva, la joven rechaza el fantasma de la felicidad que se le ofrece porque tiene bien puestos los pies en la tierra.

Más allá de los símbolos entrevistos por el escritor, de un Oneguin que encarnaría el occidentalismo materialista y de una Tatiana que sería la imagen de una Rusia humanista y universal, el discurso de Dostoyevski es una requisitoria contra determinados métodos de búsqueda de la felicidad. No nos recuerda, como en otras obras suyas, que la felicidad no es incompatible con el sufrimiento, pero rechaza que la dicha pueda alcanzarse por medio de la desgracia ajena. Está profetizando la llegada de un sistema colectivista que proclamaría a voz en grito el objetivo de hacer felices a los hombres, aunque no le importaría sacrificar mecánicamente a muchos seres humanos como medio de lograr una supuesta paz y tranquilidad.

El escritor arremete con energía contra una ideología despiadada, pues no concibe que sea «necesario e inevitable deshonrar a un solo ser humano, aunque sea un hombre poco digno, incluso ridículo a los ojos de alguno». No se debe llegar al extremo de construir «una felicidad fundamentada en el sufrimiento de un ser, torturado hasta la muerte sin piedad y sin justicia». ¿Cómo imaginarse que, después, los hombres serán felices para siempre? Dostoyevski no quiere pensar en ser feliz tras haber matado a otra persona. Ni siquiera Raskolnikov, el protagonista de Crimen y castigo, puede engañarse a sí mismo pensando que ha librado al mundo de un ser despreciable al asesinar a Aliona Ivanovna, la vieja prestamista. ¿Cómo separar la felicidad de la compasión hacia los demás?

Muchos años antes de su discurso sobre Pushkin, Dostoyevski había reflexionado en sus Memorias del subsuelo sobre las contradicciones del ser humano, no siempre tan racional en su voluntad como pensaron algunos filósofos. Constató que el amor propio es capaz de anteponer la libertad a la felicidad. Una libertad ilimitada sería para muchos el camino para ser feliz. Dados estos planteamientos de individualismo extremo, no resultará extraño que otras personas sean sacrificadas en el camino. Pero Dostoyevski nos seguirá aguijoneando al recordar que la felicidad no puede basarse en la desdicha ajena.


Antonio R. Rubio Pl


Fuente: Alfa y Omega


domingo, 21 de noviembre de 2010

Mujer condenada a muerte por ser católica


A esta mujer la han condenado a muerte por ser católica.

El Gobierno pakistaní ha condenado a la horca a Asia Bibi por ser católica. El próximo lunes, 22 de noviembre (¡este lunes!), vence el plazo que le han concedido para presentar alegaciones ante su condena a la pena capital. Es probable que a Asia Bibi le quede poco tiempo de vida.

En Pakistán, y tratándose de cristianos, las cosas van muy deprisa. Mientras lees esta información, las autoridades pakistaníes podrían ejecutar a Asia Bibi, acusada de decir un día en público que era católica.

Su marido todavía no ha sido capaz de explicar a sus hijas por qué su madre puede ser ahorcada de un momento a otro:

“Me preguntan por su madre, pero yo no he tenido el coraje de explicarles que está condenada a muerte por un delito que nunca cometió".


Las autoridades pakistaníes acusan a esta mujer de blasfemia: cometió el terrible “delito” de defender públicamente su fe católica. En su pueblo, Ittanwali, viven 1.500 familias. Solo tres son cristianas. La familia de Asia, también sus hijas, menores de edad, fue perseguida por sus vecinos, apaleada y torturada. Y ella terminó ante la justicia. Primero la condenaron a una multa equivalente a lo que gana en un año un trabajador en Pakistán. Y luego la condenaron a muerte por decir que la Verdad reside en el Evangelio. No le queda mucho tiempo de vida.

Después de las inundaciones que devastaron el país, los taliban han desencadenado una oleada de destrucción y muerte contra la minoría católica, el 1,6 por ciento en una población de 165 millones de musulmanes. Los católicos son asesinados, se prende fuego a sus viviendas con ellos dentro, se intenta matar a sus obispos. Y los políticos locales no se atreven a plantar cara al fundamentalismo por miedo a convertirse ellos también en víctimas de la barbarie.

Plataformas ciudadanas han fomentado iniciativas como esta:

La presión directa sobre el presidente de Pakistán puede salvarla. Pero para lograrlo es necesario que tú también hagas algo. Y mejor si lo haces ya, sin esperar a terminar de leer, porque en Pakistán demasiados condenados a muerte no llegan vivos a la horca: un gran número de ellos aparecen asesinados en sus celdas, mientras aguardan la ejecución de la sentencia. Firma ahora desde: http://www.porasiabibi.org

Si conseguimos salvar la vida de Asia Bibi, nunca sabremos si fue tu mensaje o el mio el que terminó de convencer al régimen pakistaní. Tampoco importa demasiado. Pero por si acaso, deberías enviar ya tu petición: http://porasiabibi.org


La opinión pública ha frenado muchas ejecuciones. Los propios obispos pakistaníes han hecho un llamamiento a la movilización social como el instrumento más eficaz, y también el último, para tratar de salvar a Asia Bibi. A través de un procedimiento tan simple como un clic se han salvado muchas vidas humanas. El mayor riesgo que corre en estos momentos Asia Bibi es que en el lugar en que la tienen encerrada hay altas probabilidades de que alguien se tome la justicia por su mano. Ha pasado ya otras veces.

Con nuestras oraciones acompañamos a Asia Bibi.

sábado, 8 de agosto de 2009

Entre los principios y la realidad


Teresa Forcades

El debate sobre la regulación del aborto es muldisciplinar. Médicos, biólogos, juristas, moralistas, teólogos ... Es difícil encontrar una respuesta acertada sin atender las consideraciones hechas de los diversos ámbitos. Y desde cada una de estas disciplinas tampoco hay respuestas unánimes. La primera parte de este monográfico sobre el aborto son cinco artículos que recogen algunos criterios desde la biología, el derecho, la teología y la doctrina de la Iglesia.


No recuerdo su nombre, pero sí su alegría y vitalidad. Era una chica afroamericana que me decía que estaba embarazada de tres meses y tenía barriga de cinco. Estábamos en Buffalo (Nueva York) y era mi última paciente de aquella tarde al hospital de beneficiencia donde hacía las prácticas ambulatorias. El examen físico confirmó que el embarazo estaba bastante avanzado como para quedar fuera de las leyes de aborto vigentes en ese estado. La chica ya tenía cinco hijos, de tres padres diferentes, y no quería ningún otro. Vivía de la ayuda pública. "¿Por qué no usa anticonceptivos?" "No tolero. Me marean. ¿Me hace el papel? "Tuve que decirle que el embarazo estaba demasiado avanzado y dijo que no sufriera, que le habían hablado de un lugar donde le harían por poco dinero.

En el rotatorio de medicina de familia del segundo año las visitas ambulatorias eran algo más largas. Esta era una chica inmigrante latina que no hablaba inglés. "¿Fuma?" "No". "¿Alcohol?" "A veces". Tercera pregunta del protocolo: "Practica el sexo seguro?" Me miraba sin entenderme. "Quiero decir que si usa preservativo". "A mí me gustaría para no quedar embarazada pero él no quiere". "¿Y por qué no le dice que no?" Me miró incrédula.

La chica afroamericana era obvio que estimaba a las criaturas. Había tenido cinco y no las había abandonado a pesar de que los padres respectivos lo hubieran abandonada a ella, como si los niños no fueran responsabilidad de ellos, los cuidaba a pesar de que ello significara no poder trabajar en ningún trabajo remunerado y representara en la práctica de la realidad estadounidense de ese momento una condena de por vida a la exclusión social ya la miseria. ¿Por qué quería abortar el sexto? Supongo que a pesar de la alegría y vitalidad que había demostrado durante la visita médica esta chica tenía como todos sus límites, y debía haber noches en las que no se encontraba con fuerzas para cuidar de una criatura más. Quizás había tardado tanto en venir al dispensario precisamente porque intentaba convencerse a sí misma que aún podía hacer un esfuerzo más y acoger el sexto.

La chica latinoamericana no se encontraba en la disyuntiva de un aborto, pero parecía tener una vulnerabilidad muy grande delante de su compañero o ante los varones en general. No es un caso aislado. La teóloga alemana Dorothee Sölle denunció ya hace años que la mayor permisividad de las leyes de aborto va unida a una mayor explotación de las mujeres en las culturas donde está mal visto que el criterio de una mujer prevalezca sobre el de un varón , especialmente en el seno de la familia.

Las excepciones a la moral

Entre el mundo de los principios y el mundo de la realidad hay una distancia. Jesús lo sabía. Por eso dijo lo de 'el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado' (Marcos 2,27). Esto no quiere decir que los principios dejen de serlo o que sean relativos. El respeto por la vida humana como don de Dios immanipulable tiene excepciones en la tradición católica que no la debilitan como principio. Por ejemplo, la guerra justa. Los criterios de la guerra justa condonen en la práctica acciones claramente dirigidas a acabar con la vida de personas humanas inocentes. ¿Considera la moral católica de la guerra justa que la vida de los soldados allistados obligatoriamente en el ejército enemigo por sus gobiernos (que quizás son dictaduras) queda exenta del mandamiento de 'No matarás'? ¿Y la vida de las víctimas colaterales que engendra toda guerra (últimamente en proporciones inauditas)?

La respuesta parece ser que las vidas inocentes perdidas en una guerra son justificables sólo cuando la previsión es que no defenderse tendría como consecuencia la pérdida de muchas más vidas que no defenderse, pero, ¿qué decir en caso de esclavitud? ¿Qué dice la moral católica ante el caso (menos teórico de lo que parece) que un nuevo Hitler prometiera respetar la vida de los pueblos vencidos si no ofrecían resistencia a la invasión? ¿Sería en este caso moralmente justificable la guerra en defensa propia? Si la respuesta es sí, ¿dónde queda entonces el principio inviolable del respeto a la vida del otro? Si la respuesta es no, ¿condonar la moral católica la aceptación de situaciones degradantes para preservar la vida?

Reflexionar sobre los implícitos morales de la teoría católica de la guerra justa puede ayudar a evitar en el caso del aborto el fariseísmo de invocar de forma rígida el respeto a la vida como si éste no tuviera excepciones en la tradición moral católica. "Cargan los demás fardos pesados en los hombros y ellos no los quieren mover ni con el dedo" (Mateo 23,4).

En 1992 llegué a los EEUU y quedé escandalizada del grado de violencia expresado por algunos de quienes se manifestaban a favor de la vida y en contra del aborto. En la calle había visto manifestantes con pancartas de fetos abortados llenos de sangre que gritaban que querían la vida e insultos llenos de odio los que no pensaban como ellos. A veces los manifestantes ejercían la violencia física contra las mujeres que querían abortar y se llegó a asesinar a tiros en su coche a un ginecólogo que practicaba abortos y a su acompañante. Volví a Cataluña convencida de que estas manifestaciones eran un fenómeno peculiar de la cultura de los Estados Unidos, sin sospechar que unos años más tarde se pudieran producir fenómenos similares también en nuestro país. Soy consciente de que tanto en EEUU como aquí, quienes se manifiestan con violencia o se cierran en banda son una minoría y doy gracias a Dios por ello. El debate sobre el aborto es complejo. Las personas que quisieran que el aborto no fuera legal tienden a expresar miedos, emociones y reacciones viscerales muy intensas, que en parte son una exasperación justificada ante el relativismo moral centrado en el ombligo de nuestras sociedades hasta ahora tan acomodadas y a la vez tan insatisfechas. Por parte de las personas que defienden la legalidad vigente o querrían incluso ampliar los supuestos, las reacciones a veces son también encendidas y basadas en convicciones profundas, pero habitualmente más bien caen en la superficialidad de quien intenta vivir evitando plantearse preguntas incómodas sobre el bien y el mal.

Las madres

Dios ha puesto la vida del feto mientras no es viable en las manos de su madre (en las entrañas de su madre) y ha vinculado la vida biológica de éste a la vida espiritual de ella. Nosotros haremos bien respetar esta vinculación primaria. Mientras el feto no puede sobrevivir independientemente de la madre, le corresponde a ésta la responsabilidad moral de decidir sobre su futuro, que es también el de ella, ya que la madre no gesta el hijo sólo biológicamente, sino también espiritualmente, con su amor, con su deseo de que este vivo, con la alegría de llevarlo al mundo. Respetar la decisión de la madre es respetar la integridad de su conciencia moral, incluso aceptando que objetivamente se pueda equivocar.

El respeto a la conciencia ha sido una adquisición lenta en la historia de la humanidad. Durante muchos siglos las conversiones religiosas forzadas bajo amenaza de tortura o pena de muerte han sido la orden del día. Todavía existen personas hoy que encuentran incoherente, por ejemplo, que la Iglesia católica celebre el derecho a la libertad religiosa que permite que miles de niños y niñas sean educados en cosmovisiones abiertamente contrarias a la fe cristiana. En pleno Concilio Vaticano II muchos obispos de buena voluntad encontraron absolutamente insensata la propuesta que la Iglesia católica promoviera el derecho a la libertad religiosa en los países donde era mayoritaria, como por ejemplo, España.

Considerar que la voluntad de la madre, cuando decide abortar el hijo que sin ella no puede sobrevivir, debe ser respetada y no puede ser penalizada, no significa que en la sociedad o en la Iglésia no haya de haber debate sobre este tema. ¿Cómo se puede evitar el aborto? ¿Cómo se puede acompañar de la mejor manera posible la mujer que aborta sin paternalismos fuera de lugar, pero también sin minimizar el dolor o la lucha interior en los casos en que ésta se produce? Este debate es fundamental y se ha de producir en ámbitos tan alejados como se pueda de la crispación y la violencia. En la sociedad tenemos que debatir hasta qué punto los condicionantes socioeconómicos que pueden conducir a un aborto son problemas estructurales y nos corresponde crear las condiciones para que esto no pase, a la sociedad en su conjunto, tenemos que debatir a fondo los condicionantes psicosociales que pueden conducir a un aborto y tenemos que educar a las nuevas generaciones para que las relaciones entre mujeres y varones sean máximamente respetuosas y libres. Los cristianos debemos participar en el debate público desde la concepción del bien común que nos es propia y desde los presupuestos de nuestra antropología teológica. A diferencia de otras antropologías contemporáneas, la antropología teológica cristiana no fundamenta la dignidad de la persona en una libertad indeterminada que es fin en sí misma, sino en una libertad indisociable del amor. A los cristianos nos corresponde anunciar el respeto a la vida como don de Dios y nos corresponde, sobre todo, predicar con el ejemplo el principio de esperanza asociado a la fe: la convicción profunda que la fuerza del amor es superior a toda violencia y que no hay ninguna circunstancia que justifique la desesperación.

A la Iglesia nos ha costado mucho aceptar que nuestra misión evangelizadora no puede llevarse a cabo sin el respeto a la libertad de conciencia. Debido a la íntima vinculación de la madre al hijo mientras éste no es viable fuera de ella, la decisión de abortar es indisociable de la autodeterminación de la madre, de su libertad personal. Esta vinculación única entre dos vidas hace que no se pueda salvar el hijo en contra de la voluntad de la madre sin violar la libertad personal de la madre.
Aquí radica desde el punto de vista teórico el punto neurálgico de la discusión sobre el aborto: ¿qué valor debemos dar a la libertad personal de la madre? Desde el punto de vista práctico no nos podemos limitar a defender el derecho de autodeterminación de la madre para que bajo este derecho teórico pueden proliferar las peores sumisiones y servidumbres. Hay que bajar a la realidad, que es compleja. Es allí donde nos espera Jesús.

Fuente: Foc Nou
Puede verse un debate sobre este tema


domingo, 19 de julio de 2009

¿QUÉ SUCEDIÓ REALMENTE CON LA INQUISICIÓN?


Si poseyeseis cien bellas cualidades,
la gente os miraría
por el lado menos favorable.


Molière


Un concepto errado de libertad religiosa


El origen de la Inquisición se remonta al siglo XIII. El primer tribunal para juzgar delitos contra la fe nació en Sicilia en el año 1223. Por aquella época surgieron en Europa diversas herejías que pronto alcanzaron bastante difusión. Inicialmente se intentó que cambiaran de postura mediante la predicación pacífica, pero después se les combatió formalmente. En esas circunstancias nacieron los primeros tribunales de la Inquisición.

—¿Y no es un contrasentido perseguir la herejía de esa manera?
Lo es. Pero no debe olvidarse la estrecha vinculación que hubo a lo largo de muchos siglos entre el poder civil y el eclesiástico. Si se perseguía con esa contundencia la herejía era sobre todo por la fuerte perturbación de la paz social que causaba.

—¿Y cómo pudo durar tanto tiempo un error así?
Cada época se caracteriza tanto por sus intuiciones como por sus ofuscaciones. La historia muestra cómo pueblos enteros han permanecido durante períodos muy largos sumidos en errores sorprendentes. Basta recordar, por ejemplo, que durante siglos se ha considerado normal la esclavitud, la segregación racial o la tortura, y que, por desgracia, en algunas zonas del planeta se siguen aún hoy practicando y defendiendo. La historia tiene sus tiempos y hay que acercarse a ella teniendo en cuenta la mentalidad de cada época.
La Inquisición utilizó los sistemas que eran habituales en la sociedad de entonces, aunque lo hizo ordinariamente de un modo más benigno que sus contemporáneos. Con el tiempo, los cristianos fueron profundizando en las exigencias de su fe, hasta que comprendieron que tales métodos no eran compatibles con el Evangelio.
Hay que reconocer que se cometieron todos esos tristes errores por parte de aquellas personas en aquella época. Sin embargo, la defensa de la libertad religiosa estuvo bien patente ya en los orígenes del cristianismo. Para los primeros cristianos, la convicción de estar en la verdad no les hacía pensar en imponerla coactivamente. Como sabían que el acto de fe es libre, eran tolerantes, y eso no por simple conveniencia social, sino por coherencia con la raíz misma de su fe. Los primeros Padres de la Iglesia acuñaron el principio de que “no hay dificultad en rechazar el error y, al tiempo, tratar benignamente al que yerra”.

—Sin embargo, parece que con el paso de los siglos fueron los católicos quienes más olvidaron la libertad religiosa.
No fue así. El empleo de la fuerza para combatir a los disidentes religiosos ha sido algo lamentablemente corriente en todas las culturas y confesiones hasta bien entrado nuestro tiempo. Basta pensar en la intolerancia de Lutero contra los campesinos alemanes, que produjo decenas de miles de víctimas; o en las leyes inglesas contra los católicos, cuyo número era aún muy elevado al comienzo de la Iglesia Anglicana; o en la suerte de Miguel Servet y sus compañeros quemados en la hoguera por los calvinistas en Ginebra.
Hay que decir, para ser justos, que ese era el trato normal que se daba en aquella época a casi todos los delitos, y el de herejía era considerado como el más grave, sobre todo por la alteración social que provocaba. En esto coincidían tanto Lutero como Calvino, Enrique VIII y Carlos V o Felipe II. Y fuera de Occidente ocurría algo muy parecido.
En una época en la que todo el mundo occidental se sentía y proclamaba cristiano, y en la que la unidad de la fe constituía uno de los principales elementos integradores de la sociedad civil, fraguó la mentalidad de que la herejía, al ser un grave atentado contra la fe, era también un grave atentado “de lesa majestad”. Es decir, pasó a considerarse un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, un crimen castigado entonces con la muerte en la hoguera.
No puede olvidarse que, para bien o para mal –probablemente, para mal–, los campos propios de la política y la religión no estuvieron debidamente delimitados durante bastantes siglos. Además, las autoridades civiles temían el indudable peligro social que entrañaban las disidencias religiosas, que solían ser origen de guerras y desórdenes sociales, pues las posturas heréticas buscaban habitualmente la conquista del poder. Así sucedió, por ejemplo, con el luteranismo, cuyo rápido avance se debió en buena parte a la habilidad con que Lutero logró el apoyo de algunos príncipes alemanes que, de ese modo, mantenían distancias respecto al emperador Carlos V.
En los primeros siglos, los cristianos fueron muy tolerantes en materia religiosa. Más adelante, hubo épocas de bastante confusión en este punto, pero teológicamente nunca estuvo cerrado el camino de la tolerancia. Y desde hace ya más de dos siglos son raras las manifestaciones de intolerancia religiosa en países de mayoría cristiana.
Es más, echando un vistazo a la situación mundial de los últimos cien años, puede decirse que la tolerancia religiosa se ha desarrollado fundamentalmente en los países de mayor tradición cristiana.
Por el contrario, la intolerancia religiosa se ha mostrado con gran crudeza en los países gobernados por ideologías ateas sistemáticas (Tercer Reich nazi, la URSS y todos los países que estuvieron bajo su dominio, la revolución China de Mao, el régimen de Pol Pot en Camboya, etc.). También ha crecido la violencia del integrismo islámico en los países donde su religión aún no ha alcanzado el poder político (Senegal, Níger, Mauritania, Chad, Egipto, Tanzania, Argelia, etc.); y donde ya lo ha alcanzado (Arabia, Irán, Afganistán, etc.), la tolerancia religiosa es casi inexistente. Y otros países asiáticos no islámicos (India, China, Vietnam, etc.), no parecen mejorar mucho la situación. Sin embargo, curiosamente, se sigue hablando mucho más de la Inquisición, desaparecida hace ya mucho tiempo, que de otras persecuciones religiosas dolorosamente actuales.

Reconocer los errores

En la actualidad hay, por fortuna, una comprensión muy extendida –aunque aún no en todo el mundo–, de que no es justo aplicar penas civiles por motivos religiosos, y que la libertad religiosa es un derecho fundamental, y por tanto todos los hombres deben estar inmunes de coacción en materia religiosa. Esta es la doctrina del Concilio Vaticano II, y por esa razón la Iglesia católica ha subrayado recientemente la necesidad de revisar algunos pasajes de su historia, para reconocer ante el mundo los errores de algunos de sus miembros a lo largo de los siglos, y pedir disculpas en nombre de la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la Iglesia de todos los tiempos.
Reconocer los fracasos de ayer es siempre un acto de lealtad y de valentía, que además refuerza la fe y facilita hacer frente a las dificultades de hoy. La Iglesia lamenta que sus hijos hayan empleado en ocasiones métodos de intolerancia e incluso de violencia en servicio de la verdad, y es ese mismo servicio a la verdad lo que lleva ahora a reconocerlo y lamentarlo.

—¿Y no es extraño que en esas épocas hubiera tan poca reacción contra esos errores de los católicos?

Es probable que muchos de ellos estuvieran en su fuero interno en contra de esa aplicación de la violencia en defensa de la fe. De hecho, hubo reacción contra esos errores, y si no fue mayor quizá es porque muchas de esas personas no tenían más opción que el silencio. Y luego, cuando esos fenómenos desaparecieron, muchos católicos los defendían porque pensaban que lo contrario era contribuir a difundir leyendas negras de la Iglesia.
Como señaló Juan Pablo II, fueron muy diversos los motivos que confluyeron en la creación de actitudes de intolerancia, alimentando un ambiente pasional del que solo los grandes espíritus verdaderamente libres y llenos de Dios lograban de algún modo sustraerse. Pero la consideración de todos esos atenuantes no dispensa a la Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de tantos hijos suyos, que han desfigurado con frecuencia su rostro. De estos trazos dolorosos del pasado emerge una lección para el futuro, que debe llevar a todo cristiano a tener bien en cuenta el principio de oro señalado por el Concilio: “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra con suavidad y firmeza en las almas”.
La Iglesia no teme reconocer esos errores, porque el amor a la verdad es fundamental (no hay una verdad buena y otra mala: la que le conviene y la que puede molestarla), y también porque esas violencias no pueden atribuirse a la fe católica, sino a la intolerancia religiosa de personas que no asumieron correctamente esa fe.

Distinguir entre tópicos y verdades

—¿Entonces, la Iglesia reconoce que es cierta la leyenda negra de la Inquisición?
La Inquisición es ciertamente una institución controvertida. Lo fue entonces y lo sigue siendo ahora. Sin embargo, la perplejidad disminuye al conocer mejor la realidad de su historia y las circunstancias que determinaron su existencia. Porque, como ha señalado Beatriz Comella, la polémica sobre la Inquisición se nutre en buena parte de ignorancia histórica, desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, falta de contextualización de los hechos y de estudio comparativo entre la justicia civil y la inquisitorial. Esas carencias han hecho que se magnifique una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.

—¿Y qué hay entonces de cierto sobre la Inquisición, por ejemplo en España, que fue bastante famosa?
En España se formaron los primeros tribunales en 1242. Como en otros países europeos, esos tribunales dependían de los obispos diocesanos y por regla general fueron bastante benévolos.
Sin embargo, en la época de los Reyes Católicos el Santo Oficio español se convirtió en un tribunal eclesiástico supeditado a la monarquía y en un instrumento represivo de la disidencia religiosa influido con frecuencia por lo político. Los Reyes Católicos impulsaron a lo largo de su reinado medidas religiosas muy acertadas, que la historia les reconoce, pero quedaron un tanto ensombrecidas por la actuación de esos tribunales. Consideraban que la unidad religiosa debía ser un factor clave en la unidad territorial de sus reinos, y juzgaron imprescindible la conversión de los hebreos (unos 110.000) y los moriscos (unos 350.000). Algunos de ellos se bautizaron por convencimiento, pero otros no, y al regresar a sus antiguas prácticas fueron perseguidos por la Inquisición.

—¿Y cómo se explica esa decisión en unos reyes que han pasado a la historia como católicos?
Cuando se juzgan actuaciones del pasado, hay que tener presente que son diversos los tiempos históricos, sociológicos y culturales. En aquella época, la fe era el valor central de la sociedad, tanto como puede serlo ahora, por ejemplo, la libertad.
Igual que en nuestra época se lucha y se muere, y a veces también se mata, por defender la libertad personal o colectiva, entonces se hacía lo mismo por defender la fe.
La fe se percibía entonces como la base y la garantía de la convivencia, y el que atentaba contra ella era considerado de manera semejante a como ahora se vería a un terrorista, a una persona que contamina el agua de una ciudad o a quien vende droga a unos niños. Esa es la razón por la que la mayoría de la gente aplaudía la actuación de aquellos guardianes de la ortodoxia.
No quiero con esto decir que eso estuviera bien, ni que la historia lo justifique todo, sino simplemente que deben considerarse con atención los condicionamientos de entonces. Era una sociedad con una gran preocupación por la salvación eterna, en la que la muerte era una realidad fuertemente presente (la esperanza media de vida no llegaba a los treinta años, y la mortalidad infantil era muy alta, de modo que todo el mundo había visto morir muy jóvenes a varios de sus familiares más cercanos), y en ese clima, el común de la gente veía al hereje como un grave peligro social, de modo semejante –insisto– a como veríamos hoy a quien se dedicara a propagar enfermedades contagiosas, corromper niños o dañar el medio ambiente.

—¿Y era muy frecuente la tortura, o la muerte en la hoguera?
La pena de muerte en la hoguera se aplicaba al hereje contumaz no arrepentido. El resto de los delitos se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas penitenciales. Las sentencias eran leídas y ejecutadas en público en los denominados “autos de fe”.
En cuanto a la tortura, la Inquisición admitió su uso, aunque con diversas restricciones: por ejemplo, no podía llegar al extremo de la mutilación, ni poner en peligro la vida del imputado. No hay que olvidar que la tortura era utilizada entonces con toda normalidad en los tribunales civiles. La principal diferencia era que en los tribunales de la Inquisición, el acusado confeso arrepentido tras la tortura se libraba de la muerte, algo que no ocurría en la justicia civil.
Otro rasgo característico de la Inquisición era que el imputado tenía mejor garantizados sus derechos que en el sistema judicial civil. Además, la Inquisición no hacía distinciones a la hora de acusar a prelados, cortesanos, nobles o ministros. Prueba de ello fue el caso del juicio de Carranza, arzobispo de Toledo y Primado de España, que fue acusado de luteranismo y condenado por la Inquisición española. O el de Antonio Pérez, que era secretario del rey. Este último, junto con otros políticos españoles exiliados, difundieron por Francia, Alemania e Inglaterra el germen de la leyenda negra de la Inquisición española, que fue acogida de buen grado en un ambiente de gran rivalidad por el dominio político del imperio español en numerosos puntos de Europa.

La verdad sobre las cifras

La Inquisición se instauró en España en 1242 y no fue abolida formalmente hasta 1834. Su actuación más intensa se registra entre 1478 y 1700, durante el gobierno de los Reyes Católicos y los Austrias. En cuanto al número de ajusticiados, los estudios realizados por Heningsen y Contreras sobre las 44.674 causas abiertas entre los años 1540 y 1700, concluyeron que fueron quemadas en la hoguera 1.346 personas (algo menos de 9 personas al año en todo el enorme territorio del imperio español, desde Sicilia hasta el Perú, lo cual representa una tasa inferior a la de cualquier tribunal provincial de Justicia).
El británico Henry Kamen, conocido estudioso no católico de la Inquisición española, ha calculado un total de unas 3.000 víctimas a lo largo de sus seis siglos de existencia. Kamen añade que “resulta interesante comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una”.
Con más de cinco mil estudios ya publicados sobre la Inquisición, los expertos dan por zanjada la polémica en torno a los datos históricos, y centran ahora sus esfuerzos en el análisis de la sociología, la hacienda y la jurisprudencia del Santo Oficio. La leyenda negra ha muerto ya para los historiadores, pero sigue circulando entre personas menos documentadas. Afortunadamente, la fe cristiana custodia una doctrina que le permite rectificar los errores prácticos en los que hayan incurrido sus miembros a lo largo de la historia: la doctrina del Evangelio.

martes, 16 de junio de 2009

La trata de seres humanos

/ITALIA - Dos millones y medio de personas víctimas de la trata de seres humanos: la movilización de las religiosas en contra del tráfico que prácticamente afecta a todos los países del mundo

Roma (Agencia Fides) – Son casi dos millones y medio las víctimas de la trata con fines de explotación sexual, de las cuales al menos 500,000 en Europa y entre 29,000 y 38,000 en Italia. Son estos datos, significativos y alarmantes al mismo tiempo, los que están al origen del “Congreso 2009: Religiosas en red contra la trata”. La iniciativa inicia hoy 15 de junio y durará hasta el 18 de junio. Los trabajos serán abiertos por S.E.R. Mons. Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes. Al Congreso llegó un telegrama del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, a nombre del Santo Padre Benedicto XVI en la que se desea que “este significativo encuentro suscite una renovada conciencia del valor de la vida y un cada vez más valiente compromiso con la defensa de los derechos humanos y por superar toda forma de explotación”.


Los datos sobre la magnitud del fenómeno – difundidos en el 2007 por la Dirección Justicia de la Comisión UE – fueron también mencionados durante la conferencia de prensa de presentación del Congreso realizada en la Sala de Prensa en la Santa Sede. La iniciativa de hecho es promovida por la Unión Internacional de Superiores Generales (UISG) en colaboración con la Organización internacional para los Migrantes (Oim). Las dos organizaciones colaboran en la lucha contra el fenómeno coordinando 15 redes internacionales que comprenden 252 congregaciones femeninas en 36 países. En particular la OIM ha formado en los años 500 religiosas en todo el mundo.


Desde una visión general, sin embargo, el tema de la trata de seres humanos sigue siendo un fenómeno difícil de definir de una vez por todas. A diciembre del 2000 se remonta el tentativo de identificar un conjunto de prácticas criminales que pueden ayudar a comprender el fenómeno. En ese año, en efecto, se precisó la definición de la trata por parte de los organismos internacionales, que reza: “el reclutamiento, el transporte, la transferencia, el brindar alojamiento o acogida a personas, mediante el uso o la amenaza del uso de la fuerza o de otras formas de coerción, el rapto, el fraude, el engaño, el abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad o mediante el ofrecimiento o la aceptación de sumas de dinero u otras ventajas dirigidas a obtener el consenso de una persona que detenta autoridad sobre otra con el objeto de explotarla. La explotación comprende, como mínimo, cualquier forma de prostitución de otros u otras formas de explotación sexual, el trabajo forzado o la prestación forzada, la esclavitud o prácticas análogas, el robo o extracción de órganos”.


Intervinieron en la conferencia de prensa de presentación del Congreso 2009: el p. Eusebio Hernández Sola, O.A.R., Jefe de Sección en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; la Sra. Victoria González de Castejón, R.S.C.J., Secretaria General de la UISG; la Dra. Carmela Godeau, Vice Jefe de Misión OIM, Roma; la Hna. Sangema, quien afirmó entre otras cosas que “no existe sociedad en el mundo que pueda jactarse de ser inmune a esta plaga social”, para luego explicar que “los protagonistas van desde los propios familiares a las parejas sentimentales, de los vecinos de casa a los amigos, a las amigas y a los extranjeros; pero los principales responsables son las organizaciones criminales, frecuentemente también en complicidad con autoridades locales y políticas, que devastan las zonas más pobres e indefensas de la sociedad en todos los rincones del globo”. “La trata –agregó también la Hna. Sangema– no es una realidad lejana a nosotros: sucede en nuestras calles, en nuestros barrios, y afecta a nuestros conocidos, a nuestros amigos y amigas, a los niños y niñas de nuestras escuelas y parroquias”.


El Congreso 2009 que se inició hoy en Roma es la segunda edición del Congreso organizado del 2 al 6 de junio de 2008 por parte de la Unión Internacional Superiores Generales para la migración y con la financiación del gobierno de los Estados Unidos (ver Fides 9/6/2009). El deseo de construir la red de las religiosas en oposición a la trata de personas fue incluido en la Declaración final, en la que se afirma: “Como mujeres consagradas, en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de este mal, no permaneceremos en silencio. Renovamos nuestro compromiso de promover la dignidad de todas las personas como respuesta a las palabras de Jesús: ‘he venido al mundo para que tengan vida y la tengan en abundancia’”

Agencia Fides