miércoles, 14 de marzo de 2007

Ay de quien dude del calentamiento global

En el debate sobre el cambio climático, la única temperatura que está subiendo hasta hacer el ambiente irrespirable es la del debate entre científicos escépticos y activistas de las organizaciones medioambientales. Lo que hasta hace una década no era más que un asunto entre especialistas de una materia árida y compleja como la climatología, se ha convertido en un argumento político de primera magnitud. Poco importa que los científicos no se hayan puesto de acuerdo ni con el fenómeno ni con las causas del mismo, los adalides de la nueva verdad revelada han instaurado una dictadura de la que nadie puede escapar; ni los gobiernos, ni los ciudadanos ni, naturalmente, los científicos que se oponen a ella cargados de buenas razones.

El documental El gran timo del calentamiento global, emitido en Gran Bretaña y que trata a fondo la más que dudable tesis del calentamiento global por causas humanas, ha vuelto a destapar la caja de los truenos, mostrándonos de paso cual es la verdadera faz de los autoproclamados defensores del planeta. Hasta cinco amenazas de muerte por decir lo que piensa recibió uno de los científicos que opinaron ante la cámara, el climatólogo canadiense Tim Ball. En ellas han llegado a decirle que, si se obstina en ir contracorriente, no vivirá para ver como se calienta el planeta. Este ambiente de caza de brujas era previsible desde que los que han puesto peros a la tesis oficial son tachados como negacionistas en referencia implícita a los que niegan el holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial.

Es la estrategia clásica de la izquierda radical de toda la vida: acallar a los disidentes y, si eso no se consigue de grado, utilizar la coacción, las amenazas y la fuerza bruta. Nada que no se hubiese visto ya en el siglo pasado. La sinrazón de los ecologistas de hoy recuerda a las presiones que sufrieron los científicos soviéticos en tiempos de Stalin, cuando un farsante llamado Lysenko reinventó todo el saber científico sobre principios revolucionarios. Pocos ejemplos de pensamiento único hay tan perfectos como este del falso consenso científico en torno al cambio climático. No nos cabe duda de que el clima está cambiando, lo viene haciendo desde que el mundo es mundo, los que no cambian son los ecologistas y sus primos hermanos de la izquierda toda. Va en la ideología.

Editorial. Libertad Digital

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